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Escafandro Tinajero

Escafandro Tinajero

Literalmente llegó como caído del cielo. Flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones, como dice cierta canción de los 80’s. Pelón, feo, gritón y tragón. Pero con una cara que inspiraba ternura y amor. Lo adoptamos recién nacido, y fue una alegría para nuestro hogar. Dentro de una caja de zapatos Calvin klain, y sobre una camiseta negra roída por el tiempo, pero limpia, dormía plácidamente horas y horas, hasta que el hambre lo despertaba y empezaba con descomunales gritos a pedir su ración de avena con leche. Eso sí, ésta debía ir calientita porque de no ser así, el “señorito” la rechazaba. Nos dábamos cuenta que su feroz apetito estaba saciado, cuando su buche lucía una prominente pelota que amenazaba con reventar. Por lo tanto, teníamos que ser muy cuidadosos al alimentarlo las dos ocasiones diarias en que debía hacerse. Y ¿saben qué nombre le puse? Escafandro Tinajero. Debo decir, que la decisión de llamarlo así, se debió precisamente a que su pelonera semejaba fielmente una escafandra, ese equipo hermético que usan los buzos para trabajar bajo el agua. Y tuvo que ser en masculino, sencillamente porque era machito. Lo del apellido viene porque para que no se sienta discriminado cuando sea adulto, pues cuando menos, el apellido lo conformará. Para despejar dudas, estoy narrando la historia de un perico, cotorro, loro o como se les conozca en diferentes partes. Fue un obsequio de mi vecino Paco. Él conoce bastante de estos animalitos y fue él precisamente quien me dijo que era macho. Al parecer, para determinar el sexo, los criadores les despliegan las alas, por cierto muy coloridas, en esta especie, y los machos acusan un color multiforme entre los cuales destaca el rojo, caso contrario, en las hembras, carecen de él.
Escafandro nació en marzo, y este tipo de aves, especialmente a la especie que pertenece mi Escafandro, dicen que por haber nacido en ese mes, logran “hablar” cuando llegan a su adolescencia. Según los ornitólogos (personas que se ocupan de estudiar a las aves), más que hablar, imitan sonidos muy parecidos al producido por el hombre cuando nos comunicamos, es decir, parece que están hablando con claridad, porque todo se les entiende.
Mucha gente cree que para que estos animalitos hablen, debe dárseles en cantidades fuertes, chile picante. Entre más picante esté, mejor. Paco dice que no necesariamente esto es verdad. Los pericos son muy inteligentes y aprenden escuchando, por lo que no debe martirizárseles de esa forma. Aprenden idénticamente como lo hacemos los seres humanos: escuchando el hablar cotidiano. Y el mito de que solamente groserías es lo que hablan, queda en eso, un mito. Ellos van a empezar a hablar lo que se les enseñe. Si son groserías, sólo las repetirán. De ahí el dicho que dice que repites como perico lo que oyes.
Yo en lo personal, creo que eso es verdad, les platico porqué.
En una ocasión en que caminaba por la calle 12, a espaldas de un asilo de ancianas, escuché claramente una oración religiosa. Aunque ya había pasado unos dos metros la puerta de donde provenían las plegarias, me devolví intrigado porque la manera de hablar de quien creía yo era una dama, me produjo curiosidad ya que su voz era muy extraña: como de perico. Y, efectivamente lo era.
A pesar del solazo de ese mediodía, permanecí cerca de cinco minutos oyendo al perico rezar con claridad sorprendente y sin equivocarse, el Padre Nuestro. No le importó mi presencia, siguió con su cántico oratorio y una vez que terminó dicho espectáculo, sonriendo y pensando para mis adentros, me dije que algún día tendré un animal así y le enseñaré a hablar.
Escafandro puede que sea ese animalito a quien tanto he esperado. Es inteligente, puesto que cuando nos oye hablar, a pesar del poco tiempo que tiene con nosotros, levanta firmemente la cabeza y nos busca con sus redondos y negros ojos, despliega las alas, y emite gritos como diciendo, haber si se apuran y me enseñan sus folklóricas palabras.
Debemos leer sobre cómo tratar a esos animales y brindarles una cómoda vida, porque es responsabilidad de quienes tenemos una mascota (cualquiera que esta sea), no sólo tenerlos, sino darles cuidados y cariños.
El periquito Escafandro se une a la fauna abundante con que contamos en mi casa y es el habitante número12, después de Chancho, Niña, Yuyis y dos gatas recién paridas completando entre ambas 5 crías.
Bienvenido Escafandro Tinajero.
Datos del Cuento
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