Siempre los idolatré. fríos ó apasionados, solitarios ó sociables, brutales ó precisos. los vampiros fueron mi pasión desde que los descubrí. Y desde ese momento, desde tan temprana edad, comencé a vigilarlos. cada vez mas fascinado. Siempre desde lo que consideraba una distancia "segura". Fui testigo de las peores brutalidades, a las que asistía indiferente, solo como observador. Y tanto tiempo después, aunque no importa cuanto, me pregunto: cómo es que nunca se percataron de mi presencia. A pesar de mis precauciones, mi curiosidad fue poco a poco acercándome más al peligro. Y aun así nunca me sentí amenazado. Es cierto que jamás les temí, y de hecho nunca sintieron mi miedo en el aire. Pero aun así no puedo sacudirme la sensación de que todo esto fue orquestado desde un principio. Con el paso del tiempo, mi obsesión creció. Comencé a imitarlos en todos los aspectos a mi alcance, en un afán de hacer mías todas sus cualidades. Su poder, su gracia, su dignidad, su infinito desprecio por los humanos. su inmortalidad. Llegó un tiempo en que cualquier persona hubiese creído sin lugar a dudas que yo era uno mas de ellos. No salía jamás a la luz del día, mi vestimenta era de lo más inusual a los ojos de quienes me conocían, mi piel era pálida como la luna, me negaba a alimentarme con nada más que con sangre que, sin importar cuanto lo deseara, no lograba sustentarme. Y así fue como terminé postrado en camillas de hospitales más de una vez. La preocupación de mis amigos y familiares, mas que justificada, solo acrecentaba mi desprecio por ellos; incapaces de comprender mis motivaciones, mis objetivos, mi vida. Al poco tiempo llegué a la conclusión de que no podía continuar así, pero no estaba dispuesto a volver a mi antigua vida, una vida amarga, aprisionante, monótona, alienante. No estaba dispuesto a sentirme humano nuevamente, sabiendo que consideraba a los humanos como ganado. Ganado inadvertido de su propia condición, a la merced de una raza superior. Después de todo, ¿a qué podía aspirar como ser humano? ¿Enfermedades? ¿Vejez? ¿Dolores crónicos? ¿Tristeza? ¿Impotencia? ¿La Muerte? No, eso no era para mi. y menos aun cuando sabía como evitarlo. Finalmente tomé una decisión. Lograría que me convirtieran en uno de los suyos o les serviría de alimento en el intento. La comunidad de vampiros que había estado observando durante algunos años seguía en donde siempre la había encontrado. Eran siete en total, un grupo considerablemente grande tratándose de una ciudad pequeña. Había tres mujeres y cuatro hombres en el grupo. y al parecer aun no me acostumbro al hecho de que en realidad no son hombres y mujeres, sino vampiros y vampiresas. De haber tenido esta perspectiva hace unos años. pero basta de lamentaciones que a ustedes no les interesan. Había estudiado a todos y cada uno de ellos. Conocía su estructura de autoridad, sus personalidades individuales, sus preferencias, su dinámica. Y por supuesto. tenia mi favorito, o favorita en realidad. No puedo decir que estaba enamorado de ella, pero lo que sentía cuando la observaba era digno de llamarse amor. Estaba enamorado de sus múltiples facetas, de su delicadeza y su brutalidad, del bello contraste que presentaba. La había visto danzar a la luz de la luna graciosamente, extasiada. entonces parecía un ángel, solo lo parecía. Pero no me malentiendan, nunca me engañó pues también conocía su lado más oscuro, y ella no lo ocultaba en lo más mínimo. Desafortunadamente, nunca me percaté, tan cegado como me encontraba, de que su amor y lealtad yacían con uno de sus compañeros de eternidad. y maldita sea mi suerte, se trataba del líder del grupo. La noche en que finalmente me decidí, salí al encuentro de mi amada. La encontré alimentándose en un parque oscuro cercano a mi casa. Notó mi presencia y solo se limitó a mirarme por un momento, para luego dedicarse a terminar de absorber la vida de la pobre chica que acababa de atacar. Y me sentí feliz por ella, viéndola exhalar su último suspiro en brazos de mi hermosa Dellia. Dellia. el sonido de su nombre aun perfora mi alma cada vez que llega a mis oídos, aunque de hecho ya no son míos. En cuanto hubo terminado se volteó hacia mí, con una mirada extraña y aterradora que aun así no encontré amenazante. De la comisura de sus labios partía un hilo de sangre, y solo podía desear que fuese la mía. Me empujó brutalmente contra un árbol y mostrando sus colmillos se acercó a mi cuello, lista para asesinarme. Y justo entonces se detuvo. - ¿Qué es lo que quieres? - pregunto, y por primera vez escuché su voz, tan dulce y melodiosa. - Claramente no me tienes miedo, y quiero saber porque. Me recuperé del estupor inicial, en lo que parecieron horas, y le declaré todos mis sentimientos. Su expresión no decía nada, ycomencé a temer que no me correspondiera. Pero al terminar, tras un largo silencio, me tomó de la mano y me condujo a su guarida. Entramos rápidamente, frente a la mirada atónita de sus compañeros. Solo su amante me miró como si ya me conociese, como si hubiese estado esperando este momento. Entonces, Dellia me arrojó dentro de una habitación, quedando ella fuera. Aterricé en una cama desordenada, y sentí el aroma de mi enamorada entre las sábanas. Entonces creí escuchar una voz masculina ordenando aplicar la pena máxima, diciendo que nadie se entrometía en sus cosas, jamás. Y se lo atribuí a mi imaginación. Después de todo, no era la primera vez que alucinaba y mi deficiente alimentación no ayudaba a mantenerme lúcido. De repente la puerta se abrió y Dellia entró. Sus ojos brillaban y lo único que dijo mientras se quitaba su ropa fue: - Se que me amas, se que me observas desde hace tiempo. esta es tu recompensa. Hicimos el amor durante horas que me parecieron eternas. Finalmente, cuando todo había terminado, me miró y dijo: - Se que lo deseas, y tu sabes que solo funcionará si lo deseas con todo tu corazón. Entrégate. Habiendo dicho esto, se inclinó sobre mí, ladeó mi cabeza y clavó sus colmillos en mi cuello, haciendo brotar mi sangre a borbotones. Lo que acabábamos de hacer, y la mirada en sus ojos justo antes de morderme, me dio la seguridad de que esto no era un asesinato. me habían aceptado entre los suyos. Una vez hubo terminado, me ofreció su propia sangre en retribución por la mía, y bebí como si me encontrara sediento. Luego todo se oscureció, y durante un tiempo (no recuerdo cuanto) permanecí completamente inmóvil en la oscuridad, esperando, deseando intensamente completar mi transformación. Pero algo salió mal. Comencé a sentir un calor abrasador que llegaba desde todas direcciones. Mi mente comenzó a desvanecerse, pero sin desaparecer. El dolor era insoportable, pero no podía siquiera gritar, y esto lo hacía aun más cruel. Y lo peor, o el principio de lo peor sucedió a continuación. Sentí una voz pesada y burlona que solo dijo: - Gracias por el cuerpo - al tiempo que una imagen escalofriante se presentó ante mi. No tenia forma definida y sin embargo me aterrorizaba hasta los huesos, y el hecho de no saber si aun tenía huesos ciertamente no ayudaba. Se abalanzó hacia mí y me impregnó completamente, ultrajándome en lo más profundo de mi alma. Y de repente desperté y me incorporé, solo que no era yo quien lo había hecho. Me levanté. lo siento, pero parece que aun.
Insisto en hablar en primera persona. El demonio vistiendo mi cuerpo se levantó, para postrarse directamente a los pies de su nuevo amo, Amill. el líder del grupo. Ahora eran ocho. En ese momento la vi, parada junto a su amante, ahí estaba Dellia. Sonreía de forma macabra, como nunca la había visto. Caminó unos pasos y miró a los ojos al nuevo vampiro. pero sus palabras fueron para mí. - Te di la mayor felicidad a mi alcance, pues mientras mas feliz hayas sido, mas te dolerá lo que luego vendrá. Eres despreciable. Ustedes los humanos tienen la elección en sus vidas. nosotros solo somos mal. Elegiste este mal y ahora tendrás que vivir con el. No controlarás ninguno de los actos de tu cuerpo, solo serás plenamente consciente de las atrocidades que cometa el demonio que tan voluntariosamente has invitado a que te posea, hasta que algún alma piadosa te libere de tu prisión matando a este vampiro. Las risas que escuché a continuación, tan cargadas de maldad y disfrute, nunca las olvidaré. Este es el castigo por mi patética concepción del mal. Ahora conozco el verdadero, y no puedo escapar. Conozco el verdadero sufrimiento, pues qué puede ser más difícil de soportar la mirada de terror y tristeza de mi mejor amiga, mientras sufre por la tortura que le propicio antes de matarla. Y es cierto que no soy yo el responsable de esta atrocidad, pero en su mente si lo soy, así que ¿dónde está la diferencia para mi?. en ningún lado. Viviré así, a medias, sin poder controlar al demonio en mí, sufriendo cada atrocidad que realizo como si fuera yo mismo la víctima. Llevo diez años en este infierno y estoy seguro de que esto durará eternamente, y lo peor es. que no se que me espera mas allá de esta vida.