Hoy decidí escribir un cuento.
Cogí unos cuantos folios y el bolígrafo con el que mejor me sale la letra, despejé la mesa de mi cuarto, lo cual me llevó bastante tiempo, hace casi un año que no limpio y había de todo, ropa, apuntes de clase, un montón de cd's, papeles con teléfonos apuntados y no sé cuantas cosas más.
Después de la limpieza estaba cansado, esos días hacía mucho calor en Las Palmas, así que fui a la nevera y cogí un zumo de frutas y me senté en la silla de la terraza a fumar. Por suerte convencí a mi madre de que la silla, a pesar de estar deconchada y vieja me gusta y no debe tirarla, recurrí a la gran frase de ese filósofo moderno que es mi abuelo, "el que guarda siempre tiene".
-Bueno -pensé -ahora a escribir.
Volví a mi cuarto, la mesa limpia, los folios en blanco colocados cuidadosamente y el bolígrafo a la izquierda. Me siento. Cojo el bolígrafo. Pienso sobre qué escribir. Nunca me han gustado los cuentos románticos, son todos iguales, así que lo descartamos, porque además, seguro que me da la risa. Ya me pasa con las cartas que le escribo a mi novia, siempre me quedan como un monólogo de esos que se han puesto de moda. No sé qué pensaría yo de alguien que escribiera de amor y le saliera una cosa demasiado graciosa.
¿Algo de humor? Seguro que me saldría más natural que lo del amor, pero no soy tan gracioso cuando escribo como cuando ando pedo y no sé lo que digo. Mejor que no, vamos a seguir pensando.
Un cuento de aventuras podría estar bien. Una vez de pequeño, en el colegio nos pidieron un cuento de aventuras para un concurso, aún recuerdo algunos personajes, pero no, porque me llamaron del concurso y lo que querían era colocarme una enciclopedia. ¿Qué pasa? ¿tantas faltas de ortografía tengo que necesito una? De aventuras tampoco.
De repente siento una urgencia corporal, así que me levanto y voy al cuarto de baño. Me siento y aprovecho para pensar acerca del cuento. Tardo más de lo que tarda la gente común, así que, como siempre se me duermen las piernas y cuando me levanto y trato de andar, el cosquilleo es muy doloroso y tardo cinco minutos en llegar a mi destino.
De vuelta a la terraza enciendo otro cigarrillo, molesto aún por el adormmecimiento de las piernas y porque, como es costumbre no se me ocurre nada cuando me siento a escribir. Para consolarme pienso que siempre podría ser peor. Por ejemplo, podría darse el caso de que me pidieran un artículo para una revista alternativa sobre los efectos de las drogas y que por meterme bien en el tema me acabara dedicando en serio a ponerme ciego. Esto, al menos, es inocuo.
Otra vez en mi habitación enciendo la radio, pero no paran de poner a Bisbal y toda esa caterva, asi que la apago, bastante mal tengo lo de la inspiración para que encima se me corte la digestión.
Me siento, decidido a que se me tiene que ocurrir algo. Igual, si intento lo de la escritura automática... dicen que salen cosas del inconsciente. Lo intento, pero a mi lo único que me salen son dibujitos. Va a resultar que soy un descerebrado, ya me lo decían en el colegio.
Me empiezo a cansar de intentarlo.
Me da por cantar.
Miro el teléfono móvil y me pongo a jugar a lo del tio que empuja cajitas.
Me decido y empiezo así:
Hoy decidí escribir un cuento.