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Sí, ése bello día, lloró.

Sabía por qué, mas no lograba entender, no era posible…
No quería pensar más en eso, ni recordar aquel fatídico día en que sin más, la mató. Ni su mente, ni el ruido que producía a cada golpe recibido lo detuvo, nada pudo evitar su muerte.

Ahora, no podía evitar verla, estaba en todas partes, su cuarto, su calle, su auto, su madre. Sabía que era una locura, sobre todo porque lo hizo con una razón justa, y eso lo consolaba. Desde hacía dos meses estaba continuamente fastidiándolo, hasta que colmó su paciencia. Sin embargo, eso no explicaba aquel continuo arrepentimiento, dolor y llanto de ése bello día.

¿Por qué si sabía que ahora estaba mejor?
¿Qué tenía aquella cucaracha para extrañarla así?