El hombre aquel no volvió a su casa. Llevaba la sonrisa de Satanás dibujada en su cara. La esperó en el centro comercial. En el mismo lugar donde la había cortejado cinco años atrás. Observó la culpa de los labios regodearse entre dientes frente al espejo trasero. Luego se querelló ante la foto amada. Ya no le pertenecían más las horas encorvadas por la tierra. Se estaba cuajando precisamente la muerte en su cerebro de cartón y sobre el papel mordió la suerte. del Salmo # 9. Piedad señor por los poderosos caídos del poder que a sorbos beben la irreprensible agonía de los misterios. Piedad señor por el que nace y por el que muere... De espalda a su sombra la vio llegar, basta decir que casi cuatro millones de inocentes segundos parecieron los instantes en que descendió del aire acondicionado último modelo japonés...con un pago de casi cuatrocientos dólares mensuales. Se acercó a ella...Le sonrió avergonzado igual que lo hizo la última vez en el restaurante aquel del Condado... Obviamente, venía dispuesto a dejarla excluida de sus próximos cuarenta años....