Me llamo Jorge. Tengo cuarenta y cuatro años y es la primera vez, en toda mi vida, que me siento realmente asustado por algo. La verdad es que estoy muerto de miedo y no sé como dominar mis nervios. Ahora estoy escribiendo esto desde el hospital donde esta tarde van a operarme. No, no estoy asustado por la operación en sí. No me da miedo el quirófano. Lo que me da miedo es que ella se aparezca allí para llevarme.
Todo esto no tendría importancia y no pasaría de ser una anécdota sino fuera por lo que me sucedió hace veinte años.
Mis amigos y yo, en mayor o menor medida, nunca creímos en los espíritus, en el tarot, en las cartas astrales ni nada similar.
A pesar de que alguien me avisó de que no debíamos reirnos de esas cosas, una tarde decidimos ir a ver a una vidente, solo como manera de pasar el rato, para poder seguir bromeando con esas cosas.
Cuando la vidente me dijo aquello, me hizo mucha gracía y salí de allí contando a los chicos que esperaban fuera, que todo aquello era un fraude.
Les conté que ella me había dicho que me vería obligado a someterme a una operación quirúrgica cuando tuviera cuarenta y cuatro años.
Desde entonces jamás volví a pensar en ello. Mi vida discurría tranquila y ya ni me acordaba de todo aquello, hasta hace unos años. Empecé a sentirme mal y acudí al médico, que después de muchas pruebas, me comunicó que la única solución era operarme.
No sé porqué pero en aquel momento me vino a la mente aque episodio de la vidente pero, la parte razonable de mi mente, me hizo desechar esos pensamientos alegando que todo se debía a una casualidad.
Sin embargo, hace un par de meses, dejé de pensar que todo era pura casualidad y por eso estoy tan asustado.
Un día que llegué a casa un poco tarde, me encontré en el buzón un sobre un tanto extraño. Muerto de curiosidad corrí hacía la cocina y allí abrí el sobre. Casi me muero allí mismo del infarto. El sobre contenía una esquela, mi esquela: Jorge Sellano García. Falleció durante una operación quirúrgica a los cuarenta y cuatro años de edad.
Me dejé caer en una silla, todavía con la esquela en la mano, pálido como un muerto, tratando de ser razonable, tratando de pensar que todo era una broma. Pero ¿cómo? Nadie sabía lo de mi operación.
A partir de ese día soy un manojo de nervios. No puedo dormir, no puedo comer y he adelgazado diez kilos.
Quizás hubíera podido superar este miedo si no hubiera pasado nada más. Esta mañana, muy temprano, la enfermera que me atiende, me ha traido otro sobre, identico al que hace dos meses contenía mi esquela. Intenté disimular mi terror como pude pero hasta la enfermera se asustó de lo pálido y nervioso que me puse.
Le pedí que me dejará a solas para abrir el sobre.
Pense que iba a encontrarme otra esquela pero lo que ví esta vez fué aun peor. Esta vez era mi lápida. Una foto muy clara del cementerio donde están enterrados mis padres y, aún más clara todavía, mi lápida, con mi nombre sin ninguna duda posible.
Me dió un ataque de nervios, tuvieron que venir a atenderme y me sedaron. Estuve durmiendo toda la mañana, hasta ahora, porque algo me despertó y cuando abrí los ojos al lado de mi cama había otro sobre. Ya apenas me quedaban fuerzas pero al final, temblando como una hoja, lo abrí. Es una foto de mi entierro, no cabe duda, todos mis amigos y compañeros de trabajo están rodeando mi lápida, cubierta de ramos de flores.
No sé que debo hacer ahora. Mi primera intención fue salir corriendo de aquí pero tengo el presentimiento de que eso no servirá de mucho porque, también alguna vez escuché, que nadie se escapa de la muerte.
Creo entonces que voy a quedarme a descubrir por mi mismo lo que pasa. Me quedaré aquí, esperando a la muerte si es que al fin decide presentarse a por mi en ese quirófano...