Llueve. O eso es lo que he oído que mi madre decía. No lo sé con seguridad porque no puedo mirar al exterior. No desde mi cama del hospital. No me siento con las fuerzas suficientes para levantarme todavía. ¿Cúanto tiempo ha pasado hasta que me desperté? ¿Tres, cuatro semanas? No sé, no recuerdo lo que los médicos dijeron. Creo que me están hablando. Abriré los ojos para ver quién es. Un médico. Me dice que me estoy recuperando bastante rápido, aunque pasará algún tiempo más para que pueda levantarme y andar. Días quizá. Pero para andar como antes del accidente tardaré más y tendré que hacer rehabilitación.
La vida es cruel. Aquel día simplemente cogí el coche y me fuí a tomar algo con unos amigos. La verdad, llevaba un mal día. Mi compañero de piso nunca pagaba su parte del alquiler y, claro, el casero no nos lo va a pasar por alto. Ese día me cansé y discutimos. Para mi mala suerte, fue él quien me escogió a mi como compañero – supongo que porque le parecí un idiota del que podría aprovecharse – y así fué como me quedé en la calle. Esto pasó por la mañana . Con un humor de perros, me dirigí al Pans&Co donde trabajaba temporalmente y, viendo que llegaría tarde, corrí. Pero no fue suficiente y me encontré con un jefe más enfadado que yo, si cabe. Me despidió diciendo que estaba harto de que nunca fuera puntual, claro está que no con esas palabras tan suaves. Como no tenía sentido quedarse allí, decidí irme y me pasé el día dando vueltas. Por la noche, llamé a algunos amigos. Necesitaba despejarme. Nos fuimos con mi coche a por unas copas y sin darme cuenta ya les estaba explicando lo bien que me había ido el día. No recuerdo quién me ofreció su piso para quedarme hasta que encontrase algo pero sí que lo acepté. Pasamos casi toda la noche en un bar y a la vuelta todos estaban demasiado contentos menos yo, así que me hice cargo del volante. No debí dejarme llevar por mis pensamientos. De repente, me di cuenta de que chocaríamos si no giraba. Giré. Conseguí no chocar contra ningún coche pero no pasó lo mismo con el edificio. Y aquí estoy. Desde entonces lo veo todo negro.
La vida y el mundo son crueles. La vida no es un camino de rosas ni un cuento de hadas como nos hacen creer cuando somos pequeños, sino todo lo contrario. Es dura. Difícil. No tiene sentido. Ni compasión por nadie. Y el mundo que nos rodea no hace ningún esfuerzo para hacerla más llevadera, tan sólo la complica más de lo que ya de por sí es. La embellece con una máscara de perfección para hacernos creer que es maravillosa. Que es un don. Que merece la pena. Solo se necesita una desgracia en tu vida para comprender que no es así. Que todo es una gran mentira y que has estado engañado desde el día e que naciste. Que en segundos puedes perderla por mucho que te aferres a ella. Por mucho que le digas a la muerte que no puedes irte, que tienes un monton planes y un futuro prometedor. Aunque... sigo vivo. Y tengo un amigo que no sé cómo estará que me ofreció un lugar donde dormir. Y una madre a mi lado. Es posible que exista alguna manera de vivir la vida más a gusto. Si sabes aprovecharla, si tienes un hombro en el que apoyarte, si buscas un objetivo, si guardas algún atisbo de esperanza... Todo eso y más hace que valga la pena vivir y seguir adelante.
La vida es cruel, sí. Pero pese a ello... hay que saber aprovecharla y sonreírle a la cara. Enfrentarse a ella. Día tras día. Y hasta que llegue su fin.