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Ester y su primo

Ester y su primo.

(Hombres y Mujeres de Fe.-10.)

Según se acerca a los patios del palacio en la ciudad de Susa, Ester procura consevar la calma. Pero no es fácil, pues la construcción es imponente. El castillo luce espectacular, erigido sobre inmensas plataformas cerca de las cumbres nevadas de los montes Zagros, con las cristalinas aguas del río Coaspes a sus pies. Todo está cuidadosamente estudiado para exaltar el inmenso poder de su dueño. Ester vá a comparecer ante Asuero, quien se hace llamar "el gran rey" y es, además, su esposo. (Por lo general, se cree que Asuero es el rey Jerjes I, emperador de Persia de principios del siglo V antes de Cristo). Este rey sabe muy poco o nada sobre Jehová, el Dios de Ester y sobre la Ley que Dios le dió a su pueblo. Pero sí conoce muy bien las leyes persas, una de las cuales prohíbe justo lo que su esposa está a punto de hacer, presentarse ante el rey de Persia sin haber sido convocada. !Y el castigo por desobedecer es muerte!. Aún así ella va y se coloca a la vista del trono real, con la certeza más que probable de estar cavando su propia tumba. ¿Qué razones tiene ella para arriesgar su vida esta mujer de excepcional fe?. ¿Qué lección aprendemos de ella?. Examinemos como llegó a ser la reina de Persia.

Ester es una joven huérfana. No sabemos mucho de sus padres, salvo que la llamaron Hadassá, nombre que recibe en hebreo el mirto, un hermoso arbusto de delicadas flores blancas. Al morir ellos, un buen hombre llamado Mardoqueo, que a su vez es primo de Ester, aunque ya bastante mayor, se compadeció y se la llevó a vivir con él. Desde entonces la ha criado como si fuera su propia hija. Los dos viven exiliados en la capial de Persia, donde seguramente son despreciados por su fidelidad a la religión y la Ley de los judíos. Sin duda, el afecto de Ester por su primo ha ido creciendo a medida que él le hablaba de Jehová, el Dios compasivo que tantas veces libró a su pueblo y pronto lo volverá a librar. Al parecer, Mardoqueo trabaja de funcionario en el castillo de Susa, a cuya puerta suele sentarse junto con otros servidores del rey. Cierto día, una noticia se extiende como la pólvora por toda la ciudad: En el transcurso de un gran banquete, en el que los nobles disfrutan de vino y ricos manjares, Asuero manda a llamar a la hermnosa reina Vasti, que está con las mujeres en una fiesta aparte, pero ella se niega a presentarse. El rey monta en cólera. Humillado, pregunta a sus consejeros qué castigo imponerle. Finalmente, decide destituirla de su cargo y buscar una nueva reina. Sus servidores salen en busca de las vírgenes más bellas de todo el reino, de entre las cuales eligirá el monarca su nueva esposa. Cuando Mardoqueo se entera, observa con cariño y preocupación a su prima y resalta un hecho innegable, Ester se ha convertido en toda una mujer y muy linda, a tal grado que la Biblia dice que “la joven era de bonita figura y hermosa apariencia”. Claro, ella necesita más que nunca demostrar sabiduría y humildad. En cuanto los servidores de Asuero la ven, deciden llevársela de su casa y trasladarla al otro lado del río, al palacio real, con las demás candidatas. Antes de que se marche, Mardoqueo le dá consejos, que de seguro ella escucha con atención. De camino a la ciudadela de Susa, Ester sabía que la humildad y la sabiduría valían mucho más que la belleza física, pero no deja de preguntarse qué será de ella y qué clase de vida le estará esperando.

Junto con un grupo de chicas traídas de todo el imperio Persa, están todas ellas al cuidado de un oficial de la corte llamado Hegai, quien se encarga de que durante un año reciban un exclusivo tratamiento de belleza que incluye masajes con aceitres perfumados. Durante todo ese tiempo, Ester “se granjeaba el favor a los ojos de todos los que la veían”, incluyendo el cariño de Hegai, quien le dispensa un trato especial; le concede siete sirvientas y el lugar principal en la casa de las mujeres. La Biblia dice que ella “no había informado acerca de su pueblo ni de sus parientes, porque Mardoqueo mismo le había impuesto el mandato de que no lo informara”. Eso era debido a que entre la realeza persa hay muchos prejuicios en contra del pueblo de los judíos. Asi que ella es sabia y sigue obedeciendo a su primo. Cuando por fin le llega el turno de presentarse ante el rey, tiene la oportunidad de elegir los adornos que desee para verse aún más atractiva. Pero como es modesta, se arregla únicamente con lo que le ofrece Hegai. El relato del libro de Ester nos dice: “El rey llegó a amar a Ester más que todas las demás mujeres de manera que ella se granjeó más favor y bondad amorosa ante él que todas las demás vírgenes. Y procedió a poner el adorno de realeza sobre la cabeza de ella y hacerla reina en lugar de Vasti”. En el año séptimo del reinado de Asuero, se escogió a Ester para que fuera la reina del imperio Persa.

Durante todo ese tiempo, ella se mantuvo en contacto con Mardoqueo y siguió sus consejos. Cuando su primo descubrió un complot contra el rey, ella se lo dijo al monarca en nombre de Mardoqueo y salvó la vida al rey. En el año duodécimo de Asuero, Hamán el agaguita de la nación de los amalequitas, su primer ministro, planeó la aniquilación de todos los judíos en los 127 distritos juridiccionales el imperio. Por medio de su astucia, recibió la autorización del rey para promulgar un decreto con este fin. Cuando Mardoqueo se entera, le manda un mensaje a Ester para que interceda ante Asuero “por el propio pueblo de ella”. Esta es una de las principales razones de que Dios haya premitido que se lleven a su prima y la casen con un rey pagano. De esta manera, Mardoqueo demuestra que confía plenamente en Jehová Dios, quien siempre cumple sus promeas y nunca permitirá que su pueblo sea aniquilado. (Josué 23:14). Finalmente le pregunta a Ester: “¿Quién hay que sepa si has alcanzado la dignidad real para un tiempo como este?”. Sin duda, la fe de Mardoqueo es muy fuerte y a su vez, se fortalece la fe de Ester quien se arriezga a entrar, como habíamos dicho al principo, ante la misma presencia del rey aún sabiendo que le puede costar su propia vida. Ester sin vacilar, se dirige al patio desde donde ve a Asuero sentado en el trono.  ¿Cuánto tarda su esposo en reparar en ella?. No lo sabemos, pero los segundos deben de hacérsele eternos a Ester. Lo cierto es que, aunque se sorprende al verla, enseguida relaja su expresión facial y le extiende el cetro de oro del rey. Ester ha conseguido que el rey le conceda una audiencia. Se ha puesto inequívocamente del lado de Jehová y de su pueblo. !Qué ejemplo de fe para todos los siervos de Dios de todas las épocas!.

Ester puede ver cierto efecto en los ojos de su esposo, pues a su manera, él la ama. Le dice: “¿Qué tienes, oh Ester la reina y cual es tu solicitud?.  !Hasta la mitad de la gobernación real,.. que aún se te dé!”. Siglos antes, el sabio rey Salomón había escrito por inspiración divina: “Para todo hay un tiempo señalado,.. tiempo de callar y tiempo de hablar”. (Eclesiastés 3:1, 7). Y de seguro su primo y padre adoptivo, Mardoqueo, le enseño a la joven ése tipo de principios mientras crecía. Es por eso que Ester dice: “Si al rey de veras le parece bien, venga hoy el rey con Hamán al banquete que he hecho para él”. El monarca accede y manda llamar a Hamán. Así Ester, preserva la dignidad de su esposo y crea la situación apropiada para expresarle su preocupación.

Sin duda, ella prepara el banquete con esmero, procurando satisfacer todos los gustos de su esposo y no falta el buen vino para alegrar el ambiente. Tánto disfruta Asuero de la ocasión, que se siente impulsado a preguntarle de nuevo a la reina cuál es su petición. Pero Ester cree que aún no es el momento indicado, por eso invita al rey y a Hamán a otro banquete al día siguiente. Ella retrasa el asunto porque todo su pueblo se enfrenta a la muerte debido al decreto real. Con tantas vidas en juego ella tiene que asegurarse de elegir el mejor momento. Así que espera y organiza otro festín para demostrarle a su esposo cuánto lo estima.

La paciencia de esta joven sabia, propicia una notable serie de sucesos. Hamán sale del primer banquete muy animado, “gozoso y alegre de corazón” porque el rey y la reina lo han honrado con su invitación. Pero cuando atraviesa la puerta del castillo, ve al judío Mardoqueo, quien sigue negándose a tratarlo con especial reverencia. Mardoqueo no lo hace por faltarle al respeto, sino por su conciencia y su relación con Jehová Dios. Sin embargo, “Hamán inmediatamente se llena de furia”. Cuando este les cuenta a su esposa y amigos el desaire que acaba de sufrir, ellos le aconsejan que mande hacer un madero enorme, de un pco más de 22 metros (72 pies) de altura y que consiga la autorización del rey para colgar a Mardoqueo. Encantado con la idea, Hamán enseguida la pone en marcha. Pero entonces sucede algo extraño.

La Biblia relata que esa noche “el sueño del rey huyó”. Desvelado Asuero ordena que lean en voz alta los registros oficiales. La lectura incluye la denuncia de un complot para asesinarlo. Pero ¿que ocurrió con Mardoqueo, el hombre que denunció la trama y que gracias a él los conspiradores fueron capturados y ejecutados?. El rey pregunta cómo se ha recompensado y le responden que no se ha hecho nada al respecto. Entonces, el rey quiere saber qué funcionario de la corte están allí para ayudarlo a corregir este descuido. !Y qué coincidencia!. Hamán se halla en el patio del rey. Ha llegado temprano porque quiere obtener el permiso del rey para ejecutar a Mardoqueo. Pero antes que él pueda expresar su solicitud, Asuero le pregunta cuál sería la mejor manera de honrar a un hombre que tiene el favor del rey. Hamán supone que el monarca está pensando en honrarlo a él, asi que le propone un fastuoso homenaje: vestir al hombre con prendas reales y hacer que un alto funcionario lo pasee sobre el caballo del rey alrededor de Susa, alabándolo a voces. Imagínese la cara de Hamán cuando se entera de que el hombre al que se va a honrar es a Mardoqueo. !Y el rey encarga a Hamán a cantar alabanzas a Mardoqueo y pasearlo por toda la ciudad!. En ese mismo día, muy a su pesar y lleno de odio, Hamán cumple el mandato del rey.

Como Ester es paciente y esperó un día más para presentar su solicitrud al rey, Hamán tiene tiempo para preparar su propia caída. Además, es muy posible que Jehová causara el insomnio del rey (Provebios 21:1). Por eso la Biblia nos anima a tener “una actitud de espera” (Miqueas 7:7). Cuando dejamos las cosas en manos de Dios, quizás nos encontremos con que sus soluciones a nuestros problemas son mejores que cualquier cosa que nos pudiera ocurrir, por eso debemos de contarle a Dios todas nuestras necesidades (Salmo 55:22).

Por fin ha llegado el tiempo de hablar. En este segundo banquete Ester le dice al rey: “Si he hallado favor a tus ojos, oh rey, y si al rey de veras le parece bien, que se me dé mi propia alma por petición mía y mi pueblo por solicitud mía”. El rey asombrado le pregunta que quién se ha atrevido a amenazar de muerte a la reina. Ester prosigue: “Hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para que nos aniquile, mate y destruya. Ahora bien, si se nos hubiera vendido para simplemente ser esclavos y simplemente ser siervas, me habría quedado callada. Pero la angustia no es apropiada cuando resulta en perjuicio para el rey”. Al escuchar estas palabras, Asuero pregunta” “¿Quién es este y precisamente dónde está el que se ha envalentonado para obrar así?”. Ester le responde señalando con un dedo: “El hombre, el adversario y enemigo, es este miserable Hamán”. Despues de estas palabras, todo parece detenerse por un instante. El pánico se apodera de Hamán. Asuero no puede comprender cómo su consejero de confianza lo ha inducido con astucia a firmar un decreto para matar a su amada esposa. El rey sale a toda prisa al jardín para recobrar la serenidad. Expuesto como el cobarde manipulador que es, Hamán cae a los pies de la reina para suplicarle clemencia. Cuando el rey regresa, lo ve rogándole a Ester encima de su diván, entonces Asuero se enfurece y lo acusa de intentar violar a la reina en su propio palacio. Acto seguido se lo llevan con el rostro cubierto. Entonces, un funcionario le revela al rey que su malvado consejero ha levantado un enorme madero para colgar a Mardoqueo. Asuero ordena que el propio Hamán sea colgado en él. Finalmente, el rey se entera de que Mardoqueo no solo es el leal súbdito que impidió su asesinato, sino también el padre adoptivo de Ester y lo nombra primer ministro en lugar de Hamán. A Ester le da la casa y la inmensa fortuna de Hamán y ella las pone a cargo de Mardoqueo.

Luego, a petición de Ester, el rey promulgó un segundo decreto autorizando a los judíos a defender su vida en el día en que se había fijado para su exterminio. Hamán había recurrido a lo que obviamente era una práctica espiritista a fin de determinar el mejor día en que llevar a cabo su despiadado ataque. Dice la Biblia que había hechado la suerte, o según el idioma original, “Pur”. Podemos imaginarnos a los judíos por todo el vasto imperio preparándose para la batalla, algo que jamás habrían podido hacer sin el nuevo edicto. De hecho, algunos de los funcionarios persas, cuando llega el día señalado, se han puesto de su lado, pues la noticica de que el nuevo primer minisstro es Mardoqueo el judío, se ha extendido por todo el imperio y Jehová Dios le otorga a su pueblo una gran victoria. En ese día tambien mueren los 10 hijos de Hamán, cumpliéndose así la profecía de destruir por completo a los amalequitas que habían demostrado ser acérrimos enemigos de su pueblo (Deuteronomio 25: 17 al 19). Es muy probable que los hijos de Hamán fueran los últimos miembros de esa nación condenada a desaparecer. Hasta el día de hoy, los judíos conmemoran esa victoria todos los años en el mes de Adar, que correspontde a finales de febrero y principios de marzo, la fiesta de Purim, llamada así por las suertes que echó Hamán en su afán de destruír a Israel.

¿Qué aprendemos del ejemplo de Ester?. Ella tuvo que asumir responsabilidades muy serias, como promulgar decretos reales que implicarían ejecuciones. No debió ser fácil. Pero la voluntad de Jehová exigía que su pueblo no fuera exterminado, pues de la nación de Israel saldría el Mesías prometido, la única esperanza para la humanidad (Génesis 22:18). Ella es un gran ejemplo de fe, gran paciencia y confianza plena en la guia divina. A los siervos de Dios de la actualidad nos alegra saber de éste relato bíblico y aprender de él. Los padres y tutores también se alegran cuando ven que los jóvenes son obedientes en todo momento, incluso cuando no los están viendo. Y aunque a veces se encuentren rodeados de compañeros frívolos, inmorales o violentos, pueden resistir sus malas influencias y cumplir con su deber como lo hizo Ester, la reina. En tales casos, al igual que Ester, hacen muy feliz a su Padre celestial, pues en Proverbios 27:11, leemos: “Sé sabio, hijo mío y regocija mi corazón, para que pueda responder al que me está desafiando con escarnio”.

Este relato de ejemplo de fe, lo puedes leer por completo en el libro de Ester en tu propia Biblia.

 

 

 

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