En cada uno de los blancos e inmaculados pasillos había un reducto para fumar. Harrison y Jean-Paul, este último recién llegado al complejo subterráneo, se dirigían al fumario del sector Y-4 charlando animadamente. Habían hecho una amistad instantánea tal vez porque ambos fueron enviados al exilio por cuestiones de ética ciudadana, como llamaban a la política, y no por los casos de delincuencia que tenían la pena máxima.
-No debería haberla filmado -decía Jean-Paul, pensativo- de cualquier manera ni siquiera logré proyectarla en público...
-Acá sí la vimos, no nos ha llegado la censura. Mirá que casualidad, yo había escrito, hace años, una historia sobre la crueldad de las fábricas de bebés programados inspirada en una antigua obrita de un tal Aldous Huxley y fue un éxito; fue aceptado tranquilamente por el Comité de Ética. Tu film es bastante menos comprometido.
-Es que, Harrison, antes los comités eran mas flaxibles... ¿Sabés que para hoy invité a Afuera a la morena nueva?
-¿A Josefina? es una especialista de nivel -además de bella- creo que había logrado entrar en los Sistemas Virtuales Centralizados, tiene exilio atenuado... pero hoy habrá lluvia, creo.
-Precisamente, pasearemos bajo la lluvia, ella lo propuso en realidad, dice que será muy romántico.
-Bueno, suerte.
Esa noche Josefina y Jean-Paul salieron y pasearon Afuera envueltos en la fina lluvia. Ella daba saltos fantásticos entre los minúsculos meteoritos y recortaba su figura delineada por el traje espacial a la luz intensa y blanquecina que reflejaba la Tierra desde trescientos mil kilómetros de distancia.
Cuando regresaron abajo ya sabían que esa sería su primera noche de amor.