Corría a gran velocidad bajo aquellos antiguos árboles. Su cuerpo estaba acostumbrado al violento clima de esos helados parajes, pero hacía demasiado tiempo que no se alimentaba. Si la situación no cambiaba, seguramente moriría solo, lejos de sus amigos, su cuerpo sería alimento para los cuervos. Y lo que era aun peor, no podría entregar el mensaje.
Lo único que animaba su espíritu en aquella situación de angustiosa urgencia era la luna. Se detuvo durante unos instantes para contemplarla. Le había fascinado desde pequeño y en cada ocasión que la miraba una sensación de paz, de origen, de calma, lo invadía . Sentía una atracción instintiva hacia la Dama Plateada, hacia Selene, como solía llamarla su madre. Una punzada de rabia y tristeza estranguló su corazón cuando los recuerdos resurgieron con furiosa nitidez. Su madre, sus hermanos, su padre.estaban todos muertos, asesinados con metódica brutalidad. Levantó su cabeza, cerró los ojos, y cantó. Era una canción sobre la añoranza de los tiempos pasados, sobre grandes guerreros, sobre la nobleza, sobre la memoria de los caídos, sobre las frías tierras del norte que eran su hogar, sobre la luna. " Tengo que seguir", se dijo "por el bien de la tribu" .
El dolor de los recuerdos fue sustituido por el hambre. Tres días de viaje y solo se había alimentado de un escuálido roedor que era todo piel y huesos. " ¿Y si están todos muertos? ¿Podré soportarlo?" pensaba, angustiado por las funestas posibilidades. " Ese es tu problema, piensas demasiado, recuerda el entrenamiento", la voz de su padre le habló autoritariamente desde los recuerdos. Entonces, tal como le habían enseñado, legó el control de su mente al instinto, a la intuición. Cerro sus ojos del color del hielo y sosegó sus pensamientos, viajó a esa parte de su ser donde se encontraba su naturaleza mas salvaje. En un parpadeo el mundo cambió por completo. Ahora percibía todo con mas claridad. Los colores se intensificaron y parecían brillar en la noche, podía escuchar movimientos entre la hierba y en los cúmulos de nieve, la sinfonía de aromas lo abrumó al principio, pero en unos instantes se habituó y podía discriminar gran parte de las fragancias que percibía. Aquel bosque en apariencia desierto rebosaba vida. "Hora de cazar".
Después de vagar sin esperanzas durante horas vio algo que renovó sus energías; no podía creerlo, un apetitoso conejo blanco. El pequeño animal se movía cautelosamente entre la nieve, de vez en cuando alzaba su cabeza y escudriñaba los alrededores con sus redondos y rosados ojos. Se encontraba a unos escasos veinte metros de él, pero antes no lo había visto. "No puedes fallar, por el bien de nuestra raza, ¡cázalo!", se ordenó. Sus músculos se tensaron bajo su piel. Su mente estaba en blanco, solo actuaba el instinto. El pequeño animal no sospechaba que estaba siendo observado por un hambriento predador. Se encontraba muy ocupado acicalando su pelaje de algodón y de vez en cuando se alimentaba de las frescas hierbas del bosque."¡¡Ahora!!"
Notó un agudo dolor en el pecho justo en el momento que iba a saltar sobre su indefensa presa. "¿Que fue eso?", se preguntó sorprendido. El dolor desapareció tan fugazmente como vino. Cuando quiso reaccionar era demasiado tarde, el conejo ya no estaba allí.
Una intensa y placentera sensación de cansancio se apoderó de todo su cuerpo de forma abrupta, su mente sin embargo chillaba de desesperación. "¡¡No te duermas, por lo que mas quieras, no puedes dormirte!!". Intento caminar, luego del tercer paso cayó al suelo. Su vista comenzaba a nublarse."¿Que está sucediendo?", se preguntó, aunque ya conocía la respuesta.
Los tres que se acercaban eran los que habían asesinado a toda su familia. Lo habían envenenado con una de esas pequeñas flechas. El terror se apodero de él, porque sabía lo que sucedería a continuación. Lo despellejarían vivo.
Uno de ellos sacó un cuchillo, mientras el otro cargó su extraña arma con una de sus diminutas flechas plateadas.
- Terminemos con este pronto, debe haber alguno más merodeando por aquí- dijo el más alto de los tres, mientras sujetaba el arma firmemente.
- Nos vamos a forrar- comentó el del cuchillo. Su piel es exquisita. Será perfecta para el abrigo de mi mujer. Aunque es un cachorrito. Bueno, para mi hijo igual sirve. Una sonrisa de dientes sucios se dibujó en su rostro.
- Eso lo tendremos que discutir- terció el que parecía el lider.
El pequeño lobo los miraba impotente desde el suelo aturdido por el tranquilizante que recorría sus venas.El dardo colgaba de su pecho como una extraña medalla. Su pulmones se movían con pesada lentitud, no podría aguantar mucho más. Miró hacía el cielo y la luna se reflejó en sus pupilas."Lo siento" dijo "espero que escapeis".
El cuchillo se acercaba a su abdomen. Cerró los ojos, levantó su húmedo hocico,y aulló por última vez.
Me gustó mucho, la técnica narrativa es muy buena, además de ser super original, aunque el final se puede intuir desde mucho antes que lo leas no deja de ser bueno. Mucha suerte.