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Extraña locura

Contó el número de peldaños que tenía la escalera. Cincuenta y tres, contó. Cogió sus muletas y subió la escalera. Ya desde arriba se puso a mirar hacia abajo. Me gusta, se dijo. Tiró su muletas hacia abajo, luego, todas sus ropas, y ya desnudo empezó a reírse y gritar como un loco.

No pasó ni un minuto cuando vinieron todos los empleados a buscarle. Lo cogieron y se lo llevaron a su cuarto. Le cerraron con llave y fueron a contarle a su madre la acción de su descocado y único hijo.

Su madre al escuchar estas noticias bajó inmediatamente hacia el cuarto de muchacho, entró y le preguntó el por qué había hecho semejante tontería. Estoy loco y no deseo vivir más… vete, te lo ruego, le dijo, y cogiendo un papel escrito comenzó a tragarlo como si nunca hubiera comido… La madre salió e inmediatamente llamó al doctor del sanatorio principal.

El doctor llegó, habló con la señora y esta le contó todo acerca del muchacho. Le dijo que hacía un año el muchacho tuvo un extraño accidente y desde aquel día no quiso decir una palabra. Tenía la mirada perdida y cuando decía algo parecía que no era él quien hablaba sino como si balbuciera desde un sueño. Le siguió contando que desde niño jamás había gustado cultivar amistades y paraba recluido en su cuarto. Amaba observarlo todo y muy de vez en cuando se ponía a escribir lo que sentía sobre un cuadernillo. ¿Tiene algún escrito de chico?, preguntó el doctor. No, le dijo la madre, todo lo que escribió se lo ha tragado. ¿Tragado?... Sí, doctor, tragado… Su diario, su cuadernillo que cuidara desde niño se lo ha tragado… Qué puedo hacer doctor, y ahora intenta acabar con su vida, y, eso no puede ser, tan solo cuenta con veinte años y ya no desea vivir… no puede ser, no puede ser. Yo, doctor, puedo no tener piernas como usted ya ve, soy lisiada desde que di a luz a mi hijo, pero sigo con mi vida, continúo trabajando como cualquier persona... Tengo una hermosa casa, dinero, soy viuda… y, tengo este hijo, que, aunque nada es completo, es lo único que le da sentido a mi vida, dijo la madre. El doctor miró su reloj y le dijo a la inválida señora que al día siguiente le gustaría conversar con el muchacho. Se despidieron.

Muy temprano llegó el doctor y un sirviente lo llevó al cuarto del muchacho. Tocaron la puerta y escucharon que pasaran. Entraron y luego el sirviente salió dejando al doctor con el muchacho. Ambos se miraron por cerca de tres minutos. Luego, el muchacho empezó a reírse sin parar, hasta que se escuchó en la casa el sonido de las muletas de la madre del muchacho, como si fuera el péndulo de un antiguo reloj. Mi madre, pensó el muchacho. Tocó la puerta y entró sin esperar. Hola hijo, dijo la madre. El muchacho la miró por cerca de tres minutos sin pronunciar una palabra, y luego, empezó a reírse nuevamente. De pronto, calló, pidió sus muletas. ¿Para qué?, preguntó la madre. No quiero vivir, respondió. El doctor que observaba toda esta escena, sacó una daga que guardaba en su saco y se la acercó al muchacho. Este le miró, y de sus ojos comenzaron a brotar ácidas lágrimas, y luego, cogió el puñal del doctor y sin dudar un instante se lo clavó repetidas veces en su pecho. Murió sin decir palabra alguna, mientras la madre gritaba y lloraba, lloraba y gritaba, y luego, con el rostro lleno de dolor y llanto empezó a maldecir al extraño doctor… Llegaron todos los sirvientes y no supieron qué hacer ante esta escena. Todos callaban mientras escuchaban el gemido de la inválida mujer…

Mientras se marchaba, el doctor miró hacia el cielo y vio a varias aves que brincaban de un árbol al otro. Luego vio a unos perros que peleaban entre si por un puñado de comida. Recordó el rostro del muchacho, el de la madre y sintió que había hecho una locura, una buena y extraña locura… Cogió su auto, fue directo al sanatorio y mientras entraba comenzó a desnudarse ante la sorpresa de todo el personal que trabajaba en el sanatorio, y mientras caminaba empezó a reírse sin parar hasta llegar a los cuartos de los locos y encerrarse junto a ellos… Todos lo trataron de sacar pero fue inútil. Y mientras intentaban sacarlo de aquel cuarto, el doctor con una daga empezó a cortarse sus piernas y brazos, y luego, empezó a apuñalarse por todos lados mientras continuaba riéndose sin parar, sin parar…
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 15890
  • Fecha: 17-01-2006
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.71
  • Votos: 42
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3181
  • Valoración:
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