Una centellante lluvia de luceros arropaban la casa y una luna llena inmensa, impávida; iluminaba todo el salón penetrando a través de sus grandes ventanales de vidrios laminados. Sus puertas metalizadas carentes de aldaba parecían haber sido hechas para una eterna durabilidad y los muebles enclavados en el piso como si quisiese evitar una huida repentina. El cristal liquido del calendario digital fijado a la pared indicaba que ya el invierno había llegado. Pero gotas de lluvias no golpeaban sus ventanas, ni copos de nieve cubrían su techo. La ausencia total de fragancias del bosque como pinos y abedules hacían de ésta casa algo verdaderamente especial. En sus pasillos y salones podía sentirse aún como en épocas lejanas el eco de las voces de aquellos astrofisicos y exobiologos que entre serias discusiones, amenas tertulias y risas estridentes discutían la posibilidad de establecer colonias humanas en distintos puntos del universo. Pero todo quedó allí. Una conflagración en la tierra acabó con aquel sueño. Al poco tiempo la muerte les alcanzó a pesar de la distancia. Luego de 3.500 años ella sigue allí. Flotando. recorriendo palmo a palmo todo el espacio sideral; a 150.000 Kms de la orilla del mar donde fué construida.