Un hombre cayó dentro de un pozo y murió.
Cuando llegó al cielo, un dios se apiadó de él y le dio una nueva oportunidad. Pero las cosas salieron con tal mala leche, que el hombre volvió a la vida justo unos cuantos segundos antes de volver a caer en el pozo.
El dios reparó inmediatamente en el error que había cometido y comenzó a reír a las carcajadas. Inmediatamente llamó unas cuantas entidades amigas y se puso a repetir la escena para que todos la vieran. Gustó tanto que el hombre resucitó unas cinco mil veces y murió otras tantas, mientras los dioses comían toneladas de palomitas.
Cansando de tanta algazara, un diablo viejo se llegó hasta el lugar a la busca de una explicación. Pero eran tan tonantes las risotadas que ninguno de los dioses lo atendía.
-Al final, se parecen a aquellos idiotas de la Tierra que se pasan la vida frente al aparato de televisión –fustigó el diablo en voz muy baja.
Y ahora sí todos lo escucharon, hicieron súbito silencio y desaparecieron de uno en uno. Es que a ninguno le gustaba recordar que la televisión había sido un invento de ellos mismos, los dioses, los buenos.