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Categoría: Misterios

FANATISMO

La casa era antigua e imponente, abandonada ya hacía varios años. Era una gran construcción de piedra fría y húmeda, tan gris como el cielo de aquella tarde. Los cristales de las ventanas del segundo piso estaban hechos añicos, posiblemente a causa de las pedradas de los niños del pueblo, que jugando por el pinar habrían llegado a la casa, y habrían pasado más de una tarde afinando puntería para matar el tiempo. Estaba rodeada de lo que en su día podría haber sido un bonito jardín, pero el abandono lo había convertido en un terreno irregular y rebosante de muerte, de tristeza; hasta donde la mirada podía alcanzar sólo se veía flora inerte, descuido, árboles grisáceos y hojas muertas.
Sin duda el siniestro personaje al que seguían Sergio y Cristina se había escondido en aquella casa. Sergio era un joven lugareño bien educado en las tareas del campo, pero con ciertos conocimientos acerca del “mundo exterior”, debido sin duda a su afición desmesurada por la lectura, aspecto sorprendente dentro de su entorno, ya que había muy pocos habitantes del lugar que supieran siquiera leer. Su amor por la lectura le había conducido a lugares inimaginables simplemente utilizando la mente, y había conseguido títulos académicos a distancia, hazaña incomparable en su familia netamente campesina. Cristina, sin embargo, era una chica de ciudad, una “niña de papá”, como Sergio la llamaba. Había tenido todo lo que se le había antojado, y había ido a los mejores colegios, en los que se codeaba con la “escoria” más rica de la sociedad. Sin embargo, su estancia de verano en aquel pueblo, pequeño pero acogedor, había hecho mella en ella; Sergio había influido profundamente en la mente en ebullición de aquella adolescente, y había empezado a abrir su mente hacia todo el mundo, no únicamente hacia el microcosmos que representa la clase alta de la sociedad.


Aquel tipo había tenido un comportamiento muy extraño aquella tarde en el bar del pueblo. Era sin duda forastero. Llevaba un largo abrigo negro, que en ningún momento se había quitado ni siquiera desabrochado. Por encima del abrigo se podía ver una cara afilada y con una barba negra, y una larga melena negra le tapaba los hombros. Llegó al bar, se apoyó en un taburete dela barra y pidió una cerveza. El camarero, que además de curioso, era cotilla, comenzó a darle conversación. Sin embargo, el hombre, cuando vio que las respuestas monosilábicas que daba no provocaban el desinterés por parte del camarero, empezó a sentirse nervioso, como incómodo. Sin haber probado siquiera la cerveza salió con paso vivo del bar.

Sergio y Cristina, que se encontraban dentro del bar, como todas las tardes desde Junio hasta Septiembre, mes en el que sucedían los hechos, sintieron de repente curiosidad acerca de ese hombre. No inspiraba confianza, pero tampoco había otra cosa que hacer, así que......decidieron seguirle. Salieron del bar y vieron, a 100 metros, al extraño hombre, que se dirigía hacia un enorme pinar que separaba el pueblo del río. Sin mediar palabra, y sin dudarlo, ambos se miraron y se introdujeron rápidamente en el pinar.


Al llegar a la casa, pudieron observar cómo el hombre se metía dentro rápidamente.
-¿Qué hacemos, Sergio? –preguntó Cristina, miedosa ya-.
-Esta casa ya la conozco; solía venir aquí cuando era pequeño a leer mientras los demás chicos jugaban al fútbol, porque aquí no había nadie que me molestara con sus insultos o sus burlas. Ya que hemos llegado hasta aquí,¿por qué íbamos a dar la vuelta ahora?-respondió Sergio, contundente-


Esta razón pareció convencer a Cristina, que asintió con la cabeza, y comenzó a andar hacia el edificio. Sergio se adelantó enseguida, y la condujo por una puerta diferente. Entraron en la casa, y de repente les recorrió a los dos un profundo escalofrío que les llegó a los huesos. Miraron a izquierda y derecha, y a lo largo de aquel pasillo sólo pudieron vislumbrar un par de puertas de madera carcomida por el tiempo y la humedad, y una pequeña bombilla sólo sujeta por un cable que salía del techo. Palpando la pared, ya que la oscuridad era impenetrable, Sergio consiguió encontrar un interruptor, y al accionarlo, la pequeña bombilla iluminó el corredor. Aunque tenue, la luz pareció dar sosiego a los dos visitantes, pero aun así el ambiente estaba cargado de incertidumbre, de curiosidad extrema. Comenzaron a andar por el pasillo. Apenas llevaban unos metros cuando una sombra siniestra cruzó de una puerta a otra rápidamente, lo que hizo que ambos saltaran de sorpresa y se pegaran a la pared. El corazón les latía a mil. Por un momento el silencio se hizo mortal, pero no alcanzaron a oír ningún ruido. Justo cuando Sergio estaba preparándose para volver a andar, un chasquido seco se oyó a sus espaldas, mientras la bombilla se desvanecía con su luz. Todo quedó en tinieblas y en silencio por un momento. Después, un murmullo lejano, como una voz que susurraba algo.
-¿Cris?-preguntó Sergio. No hubo respuesta-.
El leve murmullo volvió a aparecer, pero ahora más cerca. Sergio ya se mostraba mucho más inquieto, e intentaba buscar la respuesta de Cristina.
-¡Cristina, por favor, contéstame! –gritaba ya Sergio, desesperado. La respuesta fue la misma-.
De repente un fuerte murmullo en su oído y un gran estruendo, acompañado de un chillido aterrador. Sergio comenzó a correr. Salió corriendo y llamando a su amiga. Nada más cruzar la puerta, ésta se cerró...y ya no se volvería a abrir jamás. Nunca se supo qué ocurrió con Cristina. El despliegue policial durante meses sólo logró destrozar más la cabeza de Sergio, y un único abrigo largo y una nota se encontraron en aquella casa: “Éste es el sacrificio que quiere el Señor; la muerte se paga con muerte, y vosotros y vuestras atrocidades os han delatado. Confesaos, hermanos, porque habéis pecado con guerras y muertes, y almas puras e inocentes pagan por todos. JESUCRISTO”
Datos del Cuento
  • Autor: Ufito
  • Código: 783
  • Fecha: 10-12-2002
  • Categoría: Misterios
  • Media: 5.1
  • Votos: 41
  • Envios: 0
  • Lecturas: 7346
  • Valoración:
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