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FAUSTINA

Hoy se levantó de la cama de un salto; abrió las cortinas de la ventana para que entrara la luz del sol en la oscura habitación, los pasos y gritos de su madre ya se oían abajo en la cocina; pero por primera vez en muchos años, Faustina no se quejó, simplemente lo ignoró, quizá se acostumbró; o quizá lo que tenía en mente era mas fuerte que la molesta voz matutina de su madre.

Caminó por el corredor hasta el baño y con una actitud indiferente se miró, se lavó la cara y los dientes, y después de una larga conversación silenciosa con su yo interior reflejado en el espejo, salió con paso cansado caminando hacia las escaleras hasta llegar al comedor.

Se sentó en la mesa saturada de vasos y platos llenos del desayuno; aunque rodeada de sillas vacías, mientras todos corrían a lo largo y ancho de la casa; con gritos, empujones y tropiezos; pero Faustina esta mañana ni se inmutó; al contrario, tranquilamente comió el par de huevos estrellados, pan tostado y jugo de naranja; se levantó de la mesa y suavemente se dirigió a la calle hacia algún lugar, pues hacía varios meses que Faustina no asistía a la escuela –por supuesto, su madre no sabía nada de esto-, caminó por un largo tiempo, con una idea que traía en la cabeza, desde hace ya varios días.

De pronto, se paró de lleno y dio la vuelta; se dirigía a casa de su mejor amigo, o mejor dicho, de su único amigo: Manuel.

Manuel y Faustina se conocieron en la escuela, en circunstancias poco comunes; pues los dos eran un par de lo que la gente “bonita” llama desadaptados sociales, pero desde otro punto de vista, ellos eran sólo dos adolescentes buscando lo que todos. . . paz.

Manuel era un chico desaliñado, introvertido e irritable, le apasionaban las máquinas, sobre todo si estas podían hacer algún daño; la verdad, Manuel no es muy distinto a los demás chicos de su edad, aunque para tener 15 años, es bastante callado; él no es del todo brillante y aunque en su mente sólo tiene como meta futura llegar el sábado a ver las luchas por la TV, tiene un poco de sentido común. . . bueno. . . muy poco.

A pesar de que sus notas no son del todo buenas, Manuel sigue en la escuela, así que cuándo Faustina llegó a su casa, este no estaba, pero abrió la puerta su mamá, quien sorprendida de verla dijo:

- ¡Faustina! Que no fuiste a la escuela hoy?-
- Si –contestó ella- sólo que ayer olvidé mi tarea en el cuarto de Manuel, ¿me permitiría ir a buscarla?

Como Faustina era la única amiga de Manuel, su mamá no dudó en dejarla entrar.

- A ver si tú logras encontrar algo en este desastre- dijo su mamá al entrar a la habitación de Manuel junto con Faustina. Aunque después la dejó sola en ella y cerró la puerta al salir.

Entonces Faustina Hábilmente brincó las montañas de ropa sucia que Manuel acostumbraba a coleccionar; se puso de rodillas junto a la cama y de debajo de esta sacó una caja de zapatos de la que salió una pistola que Manuel le había comprado a un compañero con el dinero de sus ahorros, se la escondió entre sus ropas, tomó un cuaderno y salió de la habitación, se despidió de la mamá de Manuel y volvió a la calle.

La noche anterior, Faustina y Manuel habían estado platicando sobre la muerte; para Manuel no era mas que algo inevitable que no veía venir muy cerca; pero en cambio a Faustina la muerte le parecía una perfecta compañía. A ves Manuel pensaba que Faustina era muy rara, aunque viniendo de alguien como él, este comentario no era muy válido que digamos.

Faustina caminó por el parque un buen rato y después de darle varias vueltas al asunto y de observar por horas el arma cargada, se decidió. Y entonces caminó con una meta en la mente: Manuel.

Cuando Faustina llegó a la escuela, Manuel ya estaba saliendo, se acercó a él y sin decir nada los dos dieron la vuelta y caminaron hacia la vieja estación de tren que había sido abandonada muchos años atrás; y en donde ellos dos pasaba horas y días completos hablando o simplemente mirando.

Lo cierto es que Faustina le empezaba a tomar afecto a Manuel, y era obvio, él entre tantos millones de gente, era el único que quería acercarse a ella; pero este sentimiento no era algo que a ella le agradara mucho.

Y es que Faustina le tenía miedo a muchas cosas, entre ellas, al amor. Y por supuesto era muy normal, después de todo su familia era un poco infuncional.

Cuando llegaron, Faustina sacó el arma y le apuntó en la cabeza a Manuel, quien se asustó y le dijo:

- No me mates-
- No lo haré- dijo ella – Sólo quiero medir qué tan frágil y preciada es la vida humana-
- Si, pero no juegues con eso- dijo él tratando de apartarse del cañón del arma.-

Pero Faustina no dejaba de apuntarle:

-Crees que si la llamo, ella vendrá?- dijo ella muy seriamente
-¿Quién?- dijo Manuel con las piernas temblando
-¡La muerte tonto!, ¿Crees que si la desafío ella vendrá y me detendrá?-
-Te has vuelto loca?- dijo, mirándola a los ojos
-Creo que ella sería la perfecta compañía. . ., descuida, sé que ahora no quieres morir, pero algún día lo harás igual que todos.-
-No espera, que estás pensando?- y entonces Manuel sintió el miedo recorrer por toda su piel.
-Si, lo harás, incluso, algún día lo desearás. . . o quizá antes. . .- y entonces ella jaló del gatillo.

Manuel cayó en seco y mientras Faustina decía- ahora solo quiero dormir. . .- se oyó otro disparo; y el cuerpo de Faustina cayó encima del de Manuel.

Faustina por fin encontró la paz. . .
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