Este cuento es uno que escribí cuando tenía 7 años así que no me critiquen si tiene muchas faltas o no es de terror. Era muy chiquita pero igual lo quiero compartir con ustedes. Si no lo quieren leer o no es lo que buscan no importa, no me preocupa ya que NO es actual, eso no quiere decir que ya se halla publicado pero se hizo hace muchos años. Bueno, basta de comentatios, acá va:


Una mañana de verano, Valeria, se levantó como de costumbre. Fue al baño y se lavó la cara y los dientes y bajó las escaleras para ir a tomar el desayuno. Su hermana Sarah estaba sentada leyendo su revista “A la moda”.
- Vale- dijo- ¿No te vas a vestir? Estaba el señor Warner, propietario de algunas casas de Greenville, y tú estas en camisón.
- ¿Qué????
- No te lo repetiré de nuevo.
Vale salió disparada a su habitación, se puso un pantalón de Jean con una remera blanca y zapatillas. Tomó el peine y se cepilló un poco. Después de unos minutos volvió a bajar.
- ¿En donde está?- dijo a su hermana.
- Acaba de retirarse- contestó ella en tono burlón- hace una hora.
Vale se enfureció.
- Te dije que “estaba”- Vale abrió la boca para gritarle pero justo entró su padre.
- Chicas- dijo - nos vamos a mudar de casa.
- Pero... – exclamaron ellas.
- Nada de peros, tenemos todo planeado, la casa está baratísima y esta en un barrio muy...
- ... especial, si eso, especial- siguió la madre un poco incomoda que acababa de entrar.
- Tienen dos horas para empacar y despedirse de sus amigas.
Una vez todo listo se fueron a la nueva casa. Poseía muchas ventanas grandes que estaban tapadas con tablas de madera para imponer la entrada al sol. Tenía un olor a humedad espantoso y era un poco incomoda a pesar de que era grande.
- Empiecen a acomodar sus cosas y elíjanse una habitación que no sea la que está al lado del baño que esa es la nuestra- les ordenó Viviana, la madre de estas.
- Si mamá- respondieron a coro dándose media vuelta para subir las escaleras.
-Ah, por cierto, - volvieron a girar en dirección a ella- saquen de las ventanas esas maderas y ábranla para que se ventile un poco.
Sin contestar se fueron hacia arriba. Cada una eligió una habitación sin ningún problema. Unas horas después decidieron ir a llevar a su perrita Luli a pasear.
De repente sintieron unos arbustos moverse.
- Hola- dijo Vale- ¿hay alguien allí?
Nadie contestó.
- ¿Quién es?
- Una niña pálida, con cabellos negros y piel blanca salió de detrás de unos árboles.
Sarah la vio y se echó a correr. Vale la miró de arriba abajo y su perra empezó a ladrar.
- ¡¡ Cállate Luli!!- exclamó.
La niña la miraba.
- Hola- se animó Vale a hablar- ¿Cómo te llamas?
- Samara- contestó. Tenía una voz dulce y suave.
- ¿Vives por aquí?
La niña hizo un gesto de firmeza con la cabeza.
- ¿Por donde?
Señaló una casa detrás de ella. Vale giró hacia atrás.
- Es imposible- dijo- yo vivo allí.
La volvió a mirar pero ya no estaba, había desaparecido. Su perra comenzó a ladrar de nuevo.
A la noche, después de cenar pollo con papas horneadas, Vale se fue a dormir. Siempre miraba un rato de televisión antes de acostarse pero todavía no había electricidad. Se alumbraban con velas, el propietario había dicho que la luz llegaría en un par de días porque debía hablar con la empresa respecto a ello.
Eran las tres de la mañana y Vale se levantó porque creyó oír algo. La puerta del armario estaba abierta. La cerró con fuerza. Una voz que decía su nombre en susurros la despertó media hora después. La puerta del armario estaba abierta nuevamente de par en par. La volvió a cerrar y se dirigió al desván como que si una fuerza la dominara. Estaba parada Samara, la niña del parque.
- Vete de aquí- dijo- vete cuanto antes, esta es mi casa ¿Es que nadie puede entender? Yo nací y...
Un relámpago atravesó el gran ventanal. La niña ya no estaba.
Vale se fue corriendo a su cuarto y cerró la puerta con un golpe seco. <> pensó. La volvió a abrir. Una alfombra cubría el suelo. La corrió. Había como una puerta trampa. Buscó un hacha de las herramientas de su padre y empezó a romper la madera vieja y mojada. Había como un aljibe tan profundo que cuando lanzó una piedra que estaba al lado no se escuchó cuando cayó. De repente su hermana entró para decirle que le preste una sabana. Vale le contó todo, lo del pozo, la niña y la casa. Sarah quedó impresionada.
- Mira, te creo- dijo ella- yo tambien vi a la niña.
- ¿Qué es eso?- señaló Vale a unos puntitos que había allí.
Imprevistamente los puntitos se levantaron y las chicas se dieron cuenta de que eran moscas venenosas que te pican en la cabeza. Se dirigían a Vale. Está caminó hacia atrás y perdiendo el equilibrio se cayó al pozo. Las moscas desaparecieron tal como lo habían hecho al principio.
En el fondo Vale vio el cuerpo de una niña. Lo tomó y un pensamiento impropio se le vino a la cabeza. Era como que si la niña muerta quería que supiera algo. Ocurrieron distintas imágenes. La niña estaba mirando el pozo con una mujer mayor que según parecía era su madre. Esta la empujó al pozo, sin querer, al querer salvarla de unas moscas venenosas que la atacaron a ella. El pozo se cerró misteriosamente estando ella adentro.
Sarah después la pudo sacar pero ella juró no contarle a nadie la verdad. Sus padres decidieron mudarse por casos de vivienda. Lo que Vale vivió fue un secreto que poco después se olvidó. Pudieron seguir su vida. Pero a Vale una imagen le quedó en la cabeza: La niña en el pozo.