Como un fantasma surgiendo entre las sombras te presentas, cargada tu mirada de mares y de bosques, oliendo a miel y rosas, furtiva tu sonrisa, con las líneas del tiempo prendidas en tu boca. No sé que andas buscando, ni sé porque regresas. Te miro en la distancia, abriendo con tus manos las telarañas que recorren mi existencia. Tal vez no lo comprendas, no añoro tu presencia.
Tú tienes en tus sienes plateadas por el tiempo, la angustia que los años te dieron como prenda, has vuelto sin pensar, cayendo en la avaricia, pidiendo lo perdido, reclamando lo agotado, exigiendo mi cariño. No tengo más que muestras de lo que has sido, en vano tu recuerdo se cierne en mi destino, no eres más que niebla, más que bruma, más que hastío, no ha quedado en mi cuerpo recuerdo de tu abrigo, no hay nada que te deba, ni es nada lo que pido.
Entonces, ¿por qué deshaces el camino andado? ¿por qué suspiras por un sentimiento marchito? No hay nada que te guarde en este sendero mío, tal vez solo la escarcha de lo que ardió en mis sentidos, quizás solo la mezquindad de un corazón herido... Podría ser que encuentres los despojos de tu presencia o la caricia apremiante del olvido, pero, jamás amor, suspiros, ni deseo por retomar el laberinto que me lleva a tu encuentro.
No eres más que un espíritu hambriento, surgiendo entre las ruinas de lo que pudo haber sido. No hay retorno hechicero del destino, te deshace esta certeza, esta firmeza mía y te vas abriendo con tus manos las nubes del olvido, callado, silencioso, perdido en tu tristeza... te vas, por donde has venido.