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Fuego en el horizonte

Elenio era un niño divertido y alegre que todas las tardes jugaba en el parque con sus amigos. A Elenio le gustaba tanto jugar en el parque que su madre tenía que hacer grandes esfuerzos para llevárselo a casa.

-¡Quiero quedarme hasta que se haga de noche! -decía Elenio todas las tardes.

-No puede ser, hijo -le decía su mamá-. Se hace tarde. Tienes que bañarte y cenar para irte pronto a la cama para dormir mucho.

-¡No quiero dormir! ¡Quiero jugar! -decía Elenio mientras se iba con su madre a regañadientes. Y así, día tras día.

Llegó el otoño y los días empezaron a hacerse más cortos. Un día, la mamá de Elenio le dijo a su hijo:

-Hoy se va a hacer de noche mucho antes, así que podrás quedarte jugando en el parque hasta que anochezca. Cuando se ponga el sol volveremos a casa.

-¡Bien! -gritó Elenio, lleno de alegría. 

El niño se quedó jugando como siempre. Pero, de pronto, algo pasó que asustó mucho a Elenio, que salió corriendo en busca de su madre.

-¡Mamá, mamá! Vámonos a casa, que hay fuego en el horizonte, no siendo que nos pille. 

-¿Fuego en el horizonte? -preguntó la mamá de Elenio-. Vamos a verlo.

Pero cuando llegaron al lugar desde el que Elenio había visto el fuego todo estaba oscuro.

Elenio, confundido, agachó la cabeza y se fue con su madre. 

Al día siguiente pasó lo mismo. Elenio corrió con su madre porque había visto arder el cielo y tenía mucho miedo, pero al ir con su madre a comprobarlo el cielo se había vuelto oscuro.

-Mañana me quedaré a tu lado para ver qué pasa -dijo la mamá de Elenio.

Al día siguiente, la mamá de Elenio no se movió del lugar donde jugaba su hijo. Al rato de estar jugando, Elenio gritó:

-Mira mamá, hay fuego en el horizonte.

El cielo se había puesto de color rojo y anaranjado mientras el sol caía como una auténtica bola de fuego.

-Es el atardecer -le dijo a Elenio su mamá-. El Sol se esconde para ir a otro lugar a brillar para que en todo el planeta haya un ratito de luz.

-Entonces, ¿no se quema el cielo? -preguntó Elenio.

-No, hijo mío. El cielo se enciende para decir adiós al Sol -le dijo su mamá.

-Entonces mañana yo también despediré al Sol y le recordaré que no se olvide de volver mañana -dijo el niño.

-Por cierto, ¿sabes que tu nombre significa brillante como el Sol? -le dijo su madre.

-Pues que nombre más bonito me has puesto, mamá -dijo el niño-. Te prometo que seré tu luz y tu sol toda la vida.

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