Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Cuento
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Cuento
Categoría: Bélicos

Fuego sobre el Pacífico.

Era un día de finales de diciembre de 1942. La guerra en el Pacífico había llegado a un extremo en el cual las grandes batallas por mar y por tierra decidirían el vencedor, y el teniente Charlie Sampson, destinado como jefe de escuadrilla en el portaaviones U.S.S Enterprise, lo sabía.

Charlie bajó al hangar. El teniente recordaba la película informativa que les habían proyectado después del almuerzo en el comedor. Las tropas de Stalin mantenían a raya a los alemanes. Stalingrado era el símbolo de la resistencia rusa contra Hitler. Mientras, el mariscal Montgomery luchaba contra Rommel en el desierto del norte de Africa. Charlie sentía que en aquella guerra todos estaban luchando... muy pronto le tocaría a él de nuevo.

El aire del hangar tenía una mezcla de olor a salitre y a garaje. Un técnico revisaba el motor del cazabombardero Corsair de Charlie. Había también cuatro técnicos más revisando otras avionetas.

-Hola, Taylor- saludó Charlie, mientras el técnico hurgaba en las entrañas del aparato.

-¿Qué tal, Charlie?- replicó el técnico con cortesía.

Sin andarse con rodeos, Taylor fue directamente al grano.

-He limpiado el motor del avión y he recargado las baterías pero el carburador principal tiene demasiada carbonilla.

-¿Podrás repararlo?.

-Lo ideal sería sustituirlo - explicó Taylor- Pero aquí no tengo repuestos. El último que me quedaba se lo puse a un avión de reconocimiento.

-Entonces... -Charlie no se hacía a la idea de volar con algo que no ofreciera condiciones mínimas de seguridad.

-Charlie, confía en mí. El problema está en limpiar a fondo el carburador. Podrás volar, pero antes quiero revisarlo bien.

-¿Y el resto de la escuadrilla?.

-Los problemas de siempre. Nada que un poco de improvisación no pueda arreglar. ¿Algún cambio en los planes de vuelo?.

-Ninguno- negó Charlie mientras Taylor se limpiaba las manos rebosantes de grasa con un trapo viejo.

Charlie echó una mirada a su avión. La pintura azul oscuro del fuselaje relucía. Debajo de la carlinga en un lateral lucían sus trofeos. Dieciséis "zeros" abatidos, en forma de pegatinas alineadas, con el símbolo del Sol Naciente cada una. Pero ese día, el próximo objetivo de Charlie no sería un zero, sino un barco...





Yoshimitsu era el nombre del acorazado japonés que era la segunda pesadilla de la Armada norteamericana después del Yamato. El Servicio de Inteligencia Naval había logrado localizar al gigante sin ninguna escolta a quinientas millas de las Filipinas.

Se trataba de iniciar un ataque por sorpresa a pequeña escala. Charlie dirigiría una escuadrilla de cinco cazas, incluido el suyo, armados con torpedos. El Yoshimitsu estaría a menos de cien millas del Enterprise, al cual se le había asignado la misión a última hora. Si la escuadrilla del teniente Charlie Sampson lograba hundir el acorazado, las fuerzas navales del almirante Nimitz tendrían vía libre para tomar posiciones en las islas más al sur del archipiélago filipino.

Eran las seis de la tarde. El teniente conectó el motor del caza. Las cuerdas del resorte de la pista se tensaron, para dar impulso al avión. Charlie sería el primero en salir.

-Suerte- había dicho uno de los encargados de mantenimiento de la pista mientras ayudaba a Charlie a subir a bordo del caza.

-Gracias.

La torre de control dio permiso a Charlie para despegar. Acto seguido, el resorte lanzó al Corsair rumbo a su misión.





Antes del silencio de radio los integrantes de la escuadrilla realizan comunicaciones rutinarias.

-Plan de vuelo y dirección correctos- informó el sargento Franks, que tenía el sobrenombre de P-2.

-De acuerdo- confirmó P-3.

-O.K.- dijo P-4.

-Confirmado- dijo P-5.

-Estoy harto de las películas de Abbot y Costello- dijo P-4 para pasar el rato- Podrían poner algo de Errol Flynn para variar.

-Yo preferiría una de Bogart -argumentó P-5.

Charlie seguía la conversación. Era bueno que los pilotos tuvieran un tema superficial con el que alejar la tensión antes del combate. Por su parte, él ya tenía bastante con lo suyo, con un mal de amores que trataba de alejar de su cabeza pero que se resistía a atosigarle. El teniente tenía novia y quería casarse con ella. Y cada vez que en alguna carta le había hecho alusión al tema, ella se hacía derogar. No decía ni sí ni no. Tal vez, con la guerra en curso, no fuera momento de hablar de matrimonio. Aunque había otra posibilidad... que su novia se hubiera enamorado de otro mientras él estaba destinado en el pacífico. En él ejército eso era frecuente. Al propio sargento Franks le había sucedido; su novia le escribió para decirle que su relación no tenía futuro y que esperaba que fuese comprensivo. Franks estaba seguro de que ella había encontrado a otro y que no se lo quería decir. Charlie ni siquiera se planteaba algo semejante.

La escuadrilla volaba en formación de flecha. Minutos más tarde ya avistaban al Yoshimitsu.





-¡Plan de ataque... ejecución! -ordenó Charlie.

Los aviones dispararon toda su carga de metralla contra el navío. Este replicó cuando era tarde. Cuatro batería antiaéreas estallaron, y la declaración del zafarrancho de combate hizo que todos los tripulantes se pusieran en pie de guerra.

La escuadrilla se separó, volando en círculos. Charlie ametralló el puente de mando. Los proyectiles que disparaba parecían ráfagas de chispas surcando el aire.

Los cañones antiaéreos de mediano calibre tronaron, pero no por mucho tiempo. Los cinco aviones, en pocos minutos, destruyeron cualquier batería que pudiese dispararles desde la cubierta del barco. Algunos tripulantes que corrían por la cubierta, a la desesperada, disparaban al aire con fusiles.

De pronto, P-4 exclamó:

-¡Me han dado!.

Del motor de su avión surgió la tan temida estela de humo negro.

-¡Huye!- ordenó el teniente -¡Trata de volver al portaaviones!.

El caza emprendió la retirada. Aquella maniobra supuso el último suspiro de vida de la hélice, que comenzó a bajar de revoluciones, haciendo que el caza se estrellara contra la superficie del agua y haciendo saltar una gran columna de agua. El piloto falleció en el acto.

Llegó el momento de lanzar los torpedos. Cada avión de la escuadrilla se colocó en trayectoria diagonal. La sincronización era esencial. Parecía que cada caza quería embestir al acorazado de forma suicida, como los pilotos kamikazes hacían con los buques americanos.

Charlie inició la cuenta atrás.

-Cinco... cuatro... tres... - los Corsair iban a toda velocidad- dos... uno... ¡cero!.

Los mortales cilindros propulsados cayeron al agua. Uno se perdió. Tres destrozaron la línea de flotación, hiriendo de muerte al monstruoso acorazado.

El Yoshimitsu comenzó la deriva al fondo del mar, llevándose a todos los tripulantes con él. Y la escuadrilla de cazas, incompleta, lanzaba exclamaciones de alegría a través de las ondas radiofónicas.

-Cuando aterricemos- dijo Charlie -os dejaré aterrizar a vosotros primero. Yo seré el último. ¡Cortesía del oficial!.

Los cuatro aviones emprendieron rumbo de regreso al Enterprise. El jolgorio de los pilotos cesó de repente. Vieron como el Yosimitsu, terminaba de hundirse. Nadie de la tripulación del barco había logrado montarse en algún bote salvavidas para escapar. Y todos pensaron en el sargento Lane, o P-4, su nombre clave, que también había visto su vida truncada en aquel Oceáno Pacífico en el que tantas batallas había que librar contra los japoneses.





Los otros tres aviones ya habían aterrizado y sólo restaba el avión de Charlie. Pero cuando el teniente quiso desplegar el tren de aterrizaje, el mecanismo no respondió.

-¡Aborto aterrizaje!- exclamó Charlie, volviendo a subir de altitud.

El indicador del tren de aterrizaje se activó.

Señalaba avería.

-¡Dios!.

La imaginación de Charlie se puso a especular. Seguramente los disparos desesperados del Yoshimitsu habían destrozado las sujecciones, o las conexiones de las patas del soporte... informó del hecho a la torre de control.

-Apague el motor- dijo el comandante Sinclair con calma desde el puesto de mando- Haga que el cuerpo del fuselaje reduzca la velocidad al aterrizar. Estaremos preparados para sacarle del avión lo antes posible.

-¡Eso mismo puedo pensarlo yo!- chilló Charlie presa de la furia y del pánico.

El teniente desconectó el motor, deteniéndose la hélice. Sujetando la palanca con mano firme, vio como el Enterprise se le engrandecía. Al final de la pista había una red para detenerle.

Charlie rezó.

Y el Corsair, a una velocidad impresionante, friccionó sobre la pista del portaaviones haciendo saltar chispas. El caza al final se detuvo en la red, sintiendo el teniente la inercia estrellándole contra el cristal de la cabina.

Sangró por la cabeza.

El Corsair se incendió, mientras la espuma de los extintores del equipo de emergencia impedía que el fuego se propagara y provocara la explosión fatídica.





Charlie Sampson abrió los ojos. Estaba tumbado en una cama y tenía la pierna izquierda escayolada, levantada por una polea y la cabeza totalmente cubierta por un vendaje.

Estaba vivo. Se oía el relajante ruido de las olas rompiendo contra la orilla de la playa. Y desde la ventana de la sala se podían ver unas palmeras. El cielo estaba totalmente despejado y el sol anunciaba otro día de calor. Una panorámica digna de una postal.

El teniente se hallaba en un hospital de Hawai. Había perdido la noción del tiempo.

Sin embargo, sabía que desde hacía dos o tres días, su vida cambiaría para siempre. Porque si bien sus heridas fruto del accidente tenían curación, en su mente solo había sitio para una persona.

Mayra Stewart.

Su novia.

La primera vez que recobró el conocimiento vio que encima de la mesilla había una carta con remite procedente de los Estados unidos. En esa carta, Mayra, que no sabía nada del accidente, pedía matrimonio a Charlie. Cuando él la leyó, sintió como si los vendajes y la escayola se hubiesen desvanecido como por encanto.

Luego se dejó vencer de nuevo por el letargo producido por lo sedantes. A intervalos recuperaba la consciencia. Y cuando dormía soñaba...

Con Mayra...

Y con su futuro, que se le prometía dichoso.
Datos del Cuento
  • Autor: Walter
  • Código: 6054
  • Fecha: 26-12-2003
  • Categoría: Bélicos
  • Media: 4.74
  • Votos: 66
  • Envios: 2
  • Lecturas: 8517
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.147.6.122

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Cuentos: 21.638
»Autores Activos: 155
»Total Comentarios: 11.741
»Total Votos: 908.509
»Total Envios 41.629
»Total Lecturas 55.582.033