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GAIA

Son cerca de las diez de la noche, estoy solo en casa, no tengo nada que hacer, así que decido ir a la sala y ver un poco la televisión. La enciendo, el noticiero de la noche esta por empezar. Conforme transcurre el programa solo se presentan noticias desagradables: un huracán en el pacifico, tifones en asia, atentados terroristas en medio oriente, lluvias torrenciales, ondas de calor que matan a varias personas, un volcán a punto de hacer erupción, manifestaciones en diversas partes del mundo, bombardeos, combates. Grupos terroristas a los que no les importa matar a mujeres, niños...en fin no les interesa la vida de seres humanos inocentes, todo por defender sus estúpidos ideales.
Me siento asqueado, molesto, deprimido. Apago el televisor. Decido salir a caminar un poco. La temperatura es agradable, más sin embargo me siento invadido por un sentimiento de temor ante los acontecimientos de las últimas semanas, ¿qué rayos está pasando? Tal pareciera que los seres humanos estuviéramos empeñados a destruirnos sin importar nada más... y la naturaleza...en fin, tenía la cabeza llena de muchos pensamientos parecidos. Me dirigí hacia una pequeña plaza que se encontraba vacía, me senté en una banca. De vez en cuando un vehículo transitaba por la solitaria calle. De pronto algo llamó mi atención, cerca de donde estaba sentado vi a una mujer vestida de forma que me pareció un poco extraña, pues traía una especie de túnica de color gris. La miré por unos segundo, y con sorpresa me percaté de que lloraba. Sin saber por que, me le acerque. Ella estaba sentada en la banqueta, su rostro mostraba un gran dolor.
-¿Puedo ayudarla? – le dije. Ella me miró, pero no me respondió.
-¿Se siente bien? Puedo llamar a un médico – insistí, esta vez me tomó de la mano e hizo que me sentara junto a ella.
-No creo que puedas ayudarme – dijo al fin – mi dolor es muy grande como para que tú solo pudieras calmarlo.
-¿Está enferma? – pregunté tontamente
-Mi enfermedad tiene cura pero puede ser muy dolorosa...para mí...pero especialmente para ustedes los humanos.
Me quedé desconcertado, y ella continuó hablando sin soltarme la mano
-Te extrañan mis palabras, pero es la verdad, el dolor que yo tengo me lo causa alguien a quien quiero con toda el alma, pero que ya hace tiempo que no lo quiere entender.
-¿Sus hijos?- pregunté tímidamente.
-Mis hijos...si mis hijos – me miró fijamente. De repente algo extraordinario sucedió, nos envolvió un torbellino de luz que nos transportó a un lugar lejano...desconocido. Estábamos en medio de una gran plaza cerca de una construcción que me recordó la arquitectura de los antiguos griegos.
-Sígueme – me dijo la extraña mujer – ahora sabrás el motivo de mi dolor. Caminamos hasta la enorme construcción, la cual era custodiada por cuatro guerreros ataviados con relucientes armaduras, cada una de un color diferente: azul, blanca, roja, verde. Los guardias me miraron con desconfianza.
-Tranquilos- les dijo la mujer. Entramos. En medio de decenas de columnas que sostenían el enorme techo había una pequeña fuente de aguas cristalinas.
-Esta es la fuente de la verdad – después de decir esto agitó el agua levemente. Con sorpresa de mi parte pude ver como se formaban imágenes en ella, pero no me gustó lo que ví...incendios consumiendo bosques, inundaciones, terremotos destruyendo poblados...cerré los ojos y unas lágrimas brotaron de ellos.
-Mis hijos han sido crueles con migo.
-¿quién es usted?
-Mi nombre a lo mejor lo has escuchado pero lo olvidas, pero siempre me puedes ver.
-Eso no es cierto, jamás la había visto.
-Claro que sí me has visto, me has visto en las montañas, en los árboles, los rios, los mares, en la lluvia, en la brisa de la mañana...mi nombre es Gaia,La Madre Tierra y mis hijos es toda la humanidad. Esa misma humanidad que no tiene la menor compasión con migo, pués son ustedes los que me lastiman con su basura que tiran a los rios y mares, con sus pruebas de armas nucleares, por el poco amor que les tienen a los animales, cazándolos solo para satisfacer su egoísmo, por su amor al petróleo, gran asesino. Por su necedad de hacer la guerra... destruir... nada más que destruir. No les importa acabar con los bosques y selvas, contaminar los mares, la tierra , el aire...el agua...soy Gaia...la naturaleza misma que sufre por su egoismo, su ambición, su soberbia, que los mueve a romper con el equilibrio que reina para que todo funcione como es debido. No han sabido aprovechar los regalos que se les han dado, los alimentos que proporcionan la tierra y el mar, el agua potable, aire limpio...todo lo están destruyendo. Por eso los guerreros que viste afuera se ven obligados a tratar de preservar ese equilibrio, aunque en su intento mueran muchos humanos.
-¿Quiénes son ellos?
-El caballero de armadura azul es el guardian del agua, el controla los oleajes del mar, la lluvia, el granizo, la nieve; el de armadura blanca custodia a los vientos; el de armadura verde, a la tierra; y el de armadura roja es el señor del fuego. Ellos son los encargados de conservar el equilibrio del planeta. Pero ahora están librando una gran batalla, pués es mucho lo que se ha dañado por culpa de los humanos. Estos guerreros pueden actuar solos o usando sus poderes combinados, y en muchas ocaciones con consecuencias devastadoras: terremotos, erupciones volcánicas, huracanes, tsunamis, lluvias torrenciales, tornados, avalanchas de nieve y lodo...todo para conservar el equilibrio del mundo, de la naturaleza, por que si no existiera ese equilibrio la vida no sería posible. Por eso sobrevienen las epidemias, la hambruna, la sequia. La humanidad no ha sabido aqulilatar el gran tesoro del que son custodios.
-Entonces ¿todo está perdido? – pregunté
-Aun hay esperanza,solo si ustedes enmiendan el camino. Está en la humanidad evitar el desastre que los aniquile por completo.
-¿Cómo lo lograremos?
-Respetando la naturaleza, cuidándola, no abusando de ella, dejando de lado al odio, la soberbia, la avaricia. Amándose unos a otros.
Todo quedó en silencio, sentí un fuerte viento que invadió todo el lugar. De nuevo me ví en medio del remolino de luz, una luz potente que tuve que cerrar los ojos. Al abrirlos de nuevo, me encontré sentado en la banca de la plaza. Desconcertado miré mi reloj, era cerca de media noche, me levanté y caminé de regreso a casa. En el camino de regreso pensaba en lo que había sucedido, ¿sería mi imaginación?, es difícil saberlo, pero de algo estoy seguro, aun a pesar de todos nuestros errores, todavía estamos a tiempo de enmendarlos...todo depende de nosotros.
Datos del Cuento
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