Érase una vez que se era un buen hombre que vivía con sus tres hijos Jon, Ander e Ibai, en un caserío del Goierri gipuzkoano. El hombre, que se llamaba Antton Zulorriaga, hacía tiempo que había perdido a su mujer, Karmele, pero no tenía intención de buscar otra nueva.

Un día, en el que como casi todos el cielo euskaldun amaneció nublado, los tres hermanos salieron a jugar después de ayudar a su aita en las labores del baserri(caserío). Fueron a un bosque de hayas que había cerca del caserío, y se pusieron a jugar a mil juegos diferentes, mientras un débil sirimiri comenzaba a caer sobre sus cabezas.
Mientras jugaban, no se dieron cuenta de que cada vez se adentraban más en el bosque. Minutos después el sirimiri se transformó en una intensa lluvia. Aasustados, Ibai, Jon y Ander dijeron de volver al baserri, que su aita ya estaría preocupado. Pero en ese momento oyeron una voz muy dulce, suave, armónica, .....que venía de alguna parte del bosque, no lejos de allí.

Hechizados por el dulce sonido, echaron a andar en su busca. Un rato después llegaron a una cueva excavada en la montaña y de cuyo interior procedía la voz.
Sin miedo alguno entraron en la cueva. El interior era oscuro y húmedo, y al fondo había una luz parpadeante. Se acercaron y vieron que había una mujer vestida de blanco y sentada en una roca. Ésta al verlos les sonrió tiernamente, parecía inofensiva. Pero después, la sonrisa desapareció de sus labios y, como por arte de magia, se convirtió en una espantosa sorgina(bruja), con escoba, gato negro y todo. Una euskal sorgina en toda regla.
Los hermanos, al ver el rostro de la horrible mujer, quedaron automáticamente transformados en estatuas de piedra, como los que miraban a los ojos de la mítica Medusa. Todos menos Ibai, que era ciego.
Como alma que lleva el diablo, el niño salió corriendo de la cueva, guiado por el sonido de la lluvia y regresó al baserri. Después de recobrar el aliento, contó a Antton lo que les había sucedido y éste, lleno de rabia, dijo que irían a cazar a la bruja. Reunió a los habitantes de otros caseríos cercanos y pronto estaban caminando por el bosque, en dirección a la cueva. Cuando llegaron entraron corriendo pero allí ya no había nadie, la cueva estaba totalmente vacía.
Llorando, el pobre Antton y su hijo regresaron al baserri inundados por una sensación de impotencia y furia, y tuvieron que aceptar que nunca volverían a ver ni a Jon ni a Ander.

Si miras bien a la luna en las noches en la que ésta es llena, podrás ver cruzar ante ella una mancha negra. Es la Sorgina Ane Mari, que va con su gato, su búho y sus dos hijos, Ander y Jon.

AMAIERA