Ahí estaba él entre sus amigos –sus amigos desconocidos para todos nosotros- , serio como siempre, sin embargo reía y bailaba. Abrazaba a una chica esbelta y pálida; a mí me pareció bastante bonita. Era su novia. Eran más de cinco sus amigos, todos serenos pero muy alegres. Había algo luminoso en los ojos de la pareja del compañero V, algo coqueto, candente, su piel era color miel, lucía en la cabeza un pañuelo y en su frente una estrellita plateada, su pelo era un cuidadoso lío; era bonita con sus orejas muy pequeñas y su nariz rebelde. Su boca pequeña besaba al compañero V.
Del otro lado estaba ella, a quien nosotros conocíamos como la mejor amiga del compañero V : la compañera S. A ella sólo la acompañaba su novio: un chico atractivo pero de mirada torpe. Charlaban, y aunque ella era normalmente muy alegre, esta noche le colgaba una mirada pensativa.
Primera vez que los mirábamos en el mismo lugar pero separados; siempre los vimos juntos, siempre felices: los creímos inseparables. Pero esta noche estaban allí, V con su amante y sus amigos, y S con su novio.
Sin duda que V lucía mejor que S; ésta se miraba ausente, extrañando algo. S y V eran una pareja peculiar; desearía que estuvieran juntos.
V jalaba a su novia, empujaba a su amiga, gritaba y tomaba; estaba perdido. Mientras V y su novia bailaban entre sus amistades, S y su novio bailaban lejos, pero los ojos de S seguían a V en todos sus movimientos.
Llegué con una cámara y fotografié a V y sus compañeros. Me presentó a cada uno de ellos y me saludó con afecto “¿y S?” le pregunté “por ahí debe estar” me dijo. Fui después a buscarla a ella y la fotografié abrazando a su novio cariñosamente y con una grande pero incómoda sonrisa.
Se acercó luego V, solo, hacia nosotros. “Tómanos una foto a mí y a S” dijo. Se alejó unos pasos el novio de S, V abrazó a ésta, y yo tomé la fotografía. Había lágrimas en los ojos de ambos, nunca volverían a estar juntos, y me duele recordar aquellos días que juntos los veía todo el día. Yo mismo creía, como ellos, que eran inseparables, pero la realidad destruye sueños.
V regresó a su lugar. Revelé las fotos una semana después de la fiesta, saqué dos copias de esa en que aparecen V y S porque quería darle una a cada uno de ellos. Busqué a S en su casa y le di la suya. La miró sonriendo amargamente. “Voy a extrañarlo” me dijo, y entró a su hogar a punto de llorar –me sorprendió tanto verla así. Sólo una vez antes de esta la miré así.
A V nunca lo encontré para darle su fotografía. Nadie supo a donde partió ni si regresará. S lloró al saberlo, lloró más que nunca. Pero ¿saben? V vendrá algún día a buscarla.
Los creímos inseparables, mas no lo fueron