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Gram 9

No había mucha gente en el edificio de ferrocarriles. A lo lejos, cerca de las vías, Stimmt vio a los terroristas. Entonces siguió corriendo.
De pronto, alzó su arma y apuntando hacia ellos abrió fuego. El segundo hombre cayó abatido con un grito ahogado. Strumpfhose y la mujer lo levantaron del suelo y antes de que el detective los alcanzara se metieron en un tren que estaba a punto de salir. Después se bajaron por el otro lado. Atravesando las vías, corrieron hacia un segundo tren, esta vez de mercancías, que estaba detenido unos metros más allá. En su carrocería, aparecía repetido sucesivamente un anuncio de productos de limpieza de una compañía rumana. Si ese tren iba de camino a Alemania, ellos irían en él.
Se oyó un segundo estruendo, y de repente apareció un agujero de bala en la pared metálica del vagón, a pocos centímetros de Mulde.
Con el corazón en un puño, terminaron de subir al tren y cerraron la puerta.
Debido a la oscuridad, el interior del vagón se parecía más a un lugar arqueológico inexplorado que a la célula de un moderno tren de mercancías. Tan sólo la luz que penetraba por el agujero de bala daba algo de alegría al cubículo. Algo metálico saltó vagamente ante sus narices, y un segundo haz luminoso acuchilló la penumbra.

- ¡Está jugando con nosotros!-gritó furioso Strumpfhose- ¡Acabemos con él!.

Los tres sacaron sus armas y comenzaron a disparar con saña. Sólo pararon cuando se quedaron sin munición. Entonces, temiendo que el detective les sorprendiese, decidieron salir de allí. Mientras pasaban al siguiente vagón, Stimmt abrió fuego contra ellos. Después éste se subió al tren.
Los tres pasaron a otro vagón mientras no quitaban ojo a su retaguardia. Cuando llegaron a la siguiente unión, decidieron subir al techo del caballo de hierro para burlarle. Pero con la carga que suponía el herido, tardaron más de la cuenta en subir, y Stimmt vio hacia dónde iban.

A lo lejos la silueta irregular de la ciudad, con la Mezquita Azul como elemento principal, destacaba en el horizonte. El detective descubrió a Mulde y Strumpfhose de pie junto al herido, que sentado se tapaba la herida con una mano.
Apuntando a una de las piernas de Strumpfhose, apretó el gatillo.
¡Click!, un ruido inesperado vino del arma. ¡Click!¡Click!.
Ya no tenía balas.
Aprovechando la situación, Mulde abrió la maleta donde llevaban las bombas. Mientras Strumpfhose se hizo con el mando de control remoto. ¿Iban a poner los explosivos en el tren?.....
La mujer lo lanzó contra Stimmt. Éste, encogido de pánico, se echó de bruces contra el frío acero. Un segundo después oyó una explosión, y luego sintió mucho, mucho calor. Levantó los ojos algo turbado, y vio que tenían preparada una segunda bomba.
Y esta vez quizás no tendría tanta suerte.
Datos del Cuento
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