es extraño, mi mejor amigo es bipolar. tiene treinta y dos años y ya muchos intentos de muerte. la otra noche me llamó, estaba agotadísimo. me dijo que se había puesto una bolsa en la cabeza, y una cinta aislante alrededor de su cuello. estaba muriéndose, pero, vio a su perro que le lamía las manos y sintió ganas de acariciarle. se sacó la bolsa y se puso a llorar con su perro. luego, le puso la bolsa a la cabeza del perro y le ahogó. fue duro, pero, era su perro, su mejor amigo. ¿me quieres?, me preguntó. le dije que sí, que era mi amigo. ¿puedes morir por mí?, preguntó. no, le dije, no lo deseo. está bien, mañana paso por tu trabajo...
al día siguiente vino con una bolsa pesada, era su perro. mira su cara, sus ojos, ¿no son parecidos a los míos?, ¿no seré yo el perro y el perro yo?. no lo sé, respondí y le dije que fuera al médico. ya vine, me dijo. tengo esto, son miles de pastillas de colores, pero ya están vacías, están dentro de mí... es lindo ver todo de colores, ahora todo es negro, y te veo gigante, las paredes se mueven y hay ruidos terribles en la calle... ¡no los soporto!. lo llevé al hospital, llamé a sus padres y mi amigo ha quedado internado en el hospital...
la otra vez fui a visitarlo. entra, me dijo. estaba masturbándose. mira mis manos, están llenos de vida paterna. mira cuantos pequeños, y todos míos... ¿quieres probar?. no, no por favor. llamé a la enfermera y le ataron las manos. me fui y no volví a verle por un tiempo.
una tarde fui y le vi con un ojo menos. ¿qué te has hecho?, pregunté. me dijo que veía demasiado y que todo lo veía celeste, y que eso le recuerda a su novia celeste. ¿puedes arrancarme el otro ojo, porque veo todo rojo... no, no por favor, le dije, pero, de pronto, le vi que dos lágrimas caían de sus ojos... no quiero vivir, me dijo, ayúdame... me fui y no volví a verle hasta que una mañana le vi caminando por la calle, vestido de negro con lentes oscuros.
- ¿cómo estás?, le dije
- ¿quién eres?
le dije mi nombre, pero no me pudo reconocer. me dijo que estaba apurado que tenía trabajo que hacer. le vi alejarse, pero le seguí. le vi bajar el metro y luego, le vi tirarse en medio del metro. vi su cuerpo saltar por los aires, en trozos y sangre... era mi amigo, mi único amigo y una parte estaba pegada a mi ropa, era un pedazo de su mano. la cogí, la besé y me puse a llorar, en silencio, luego, guardé el trozo de mano y lo guardé en el freezer... y allí está lo que queda de mi amigo.
lo extraño de todo es que cada noche me gusta levantarme y sacar el trozo de mano congelada y besársela... luego, como impulsado por él, me pongo a escribir historias, bellas historias de gente valiente que supo morir cuando en verdad, lo deseaba...
lima, san isidro, julio del 2007
Me he leído hasta el último renglón. La historia inventada es terrorífica, no se de donde sale tanta imaginación.