Hace muchos años, en un pueblito español, para ser precisa en Galicia, para ser aún más exacta en la Coruña; donde hay un puerto cuyas olas inmensas de mar se abrazan jugando hasta la orilla, y el cielo con el mar se unen en lo infinito formando el horizonte. Allí justamente vivía una joven dama, que mi madre conoció. Con su alta figura, sus modales finos y su cara de porcelana. Su nombre que al decirlo era un murmullo de arroyo y vertiente de agua, Inés, así de simple. Y qué decir de sus manos, de sus dedos, que eran como perlas, hundiéndose en las teclas de su hermoso piano blanco.
Contaba mi madre, que cuando ella tocaba en su piano, todo el pueblo de la Coruña se estremecía. Parecía que todas las palomas, las mariposas de mil colores, los pájaros y todas las flores de los jardines, se daban cita, en ese baile de gala. También el aire estaba impregnado de perfume con fragancia de música.
Todo era vida, todo era ensueño. Sus melodías eran paisajes de primavera, con intensos cielos azules y pastos verdes, convertidos en alfombra, para transportarlos junto al trinar de los pájaros y las blancas olas del mar.
Pero sucedió que un día, esta joven dama, tan querida por todos, tuvo que emprender un largo camino eterno. Fue un amanecer lluvioso, lleno de soledades, las olas ya no jugaban, todo se ensombreció y el cielo se castigó con sus truenos. Al saber la noticia, todos los del lugar enmudecieron, brotando rosarios de lágrimas, para esa joven que tanto les había dado.
De pronto,algo mágico ocurrió, el cielo dejó de llorar, secó sus lágrimas y asomó el sol, las olas y las arenas volvieron a juntarse. Junto al radiante cielo azul la música se escuchó. Todo volvió a sonreír. Por fin habían comprendido, que jamás ella podía abandonarlos.
Las melodías serían escuchadas para el que las quisiera oír, en cualquier momento y por toda una eternidad. Todo estaría en movimiento, la paz, el amor, la comprensión, nada se detendría jamás. Ella, la de corazón tan dulce, desde siempre y para siempre, estaría allí, en la Coruña, una piedra preciosa perteneciente a Galicia, allí hace muchos años, en un pueblito español.
Ahí está : un cuento bien escrito, limpio, sin faltas de ortografías. Esto es, objetivamente, un buen relato. Pido permiso a la autora, para aprovechar de compartir con Uds. el hecho que me han llegado mails insultantes o desagradables por haber criticado la ortografía de otros autores. Y no estoy dispuesto a pasar ni un solo mal rato gratuito en esta amable página, por lo que me abstendré de comentar, salvo casos aislados como este. Felicitaciones a la autora.