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~~La gente piensa que Halloween asusta a los niños, pero hay alguien muy famoso a quien le da mucho más miedo: el ratoncito Pérez. Y es que todos los dulces de Halloween acaban en las bocas de los niños, que olvidan lavarse los dientes, que se les van estropeando… Y para cuando se los tiene que llevar el ratón, están hechos un desastre.
Por eso Pérez decidió viajar a la tierra de los monstruos para detener aquella locura de dientes enfermos. Sin embargo los monstruos no estaban dispuestos a quedarse sin la única oportunidad en que podían acercarse a sus amigos los niños. Cualquier otro día del año, si un monstruo de verdad se acercaba a un niño se montaba una buena…
El ratoncito Pérez tampoco iba a renunciar, y decidió cargarse la fiesta de Halloween. Un año pensó:
- Daré la vuelta a los carteles que indican el camino hacia las ciudades. Así los monstruos se perderán.
Pero resultó que los monstruos ni siquiera los miraban porque no sabían leer. Otro año dijo:
- Ya sé, llevaré miles de ovejas golosas para que se coman las golosinas que guardan los monstruos para la fiesta.
Y lo consiguió. No dejaron ni una, pero comieron tantos dulces que se volvieron ovejitas de caramelo. Y los monstruos las repartieron por el mundo con tanto éxito que el ratoncito Pérez tuvo la peor cosecha de dientes de su vida.
Para la siguiente ocasión, preparó un plan muy arriesgado
- Ayudaré a escapar de la cárcel a los monstruos más malvados y que peor tratan a los niños. Darán tanto miedo que nadie querrá otro Halloween.
En secreto y muerto de miedo, la noche de Halloween liberó a aquellos brutos y los acompañó hasta la ciudad. Esperaba que montaran un gran lío, pero cuando llegaron y vieron los disfraces, creyeron que todo era un fiesta sorpresa para ellos. Se sintieron tan felices y emocionados que se portaron fenomenal y durante horas cubrieron con sus peludos abrazos y sus babosos besos al ratoncito. Se volvieron tan buenos, que nadie pensó en volver a encerrarlos.
Desesperado por tantos intentos fallidos, el ratón Pérez estaba dispuesto a gastar toda su fortuna.
- Compraré todo el azúcar y lo tiraré por los ríos y lagos del mundo. Sin dulces no habrá fiesta.
Pero no sabía el ratoncito que los monstruos tenían sus propios huertos de golosinas, y que al regarlas con agua dulce tuvieron la mejor cosecha de la historia…
Viendo que nada podía arruinar la fiesta que tanto querían niños y monstruos, se le ocurrió que igual solo necesitaba cambiarla un poco. Y al pensar en los huertos de golosinas de los monstruos, tuvo una idea... se acercó una noche a escondidas y plantó algunas cosas más: caramelos sin azúcar, frutas, gominolas de pasta dentrífica… y hasta un árbol de cepillos de dientes. Los monstruos eran tan brutos que ni se dieron cuenta y, cuando prepararon las bolsas de golosinas para el año siguiente, en todas metieron los sanos productos plantados por Pérez.
El plan resultó todo un éxito porque, al ver entre las golosinas un cepillo de dientes, ningún niño se olvidó de cepillarlos, y no pudo decir que no encontraba el cepillo. Así, los monstruos salvaron su fiesta, los niños comieron sus dulces y el ratoncito Pérez recogió ese año los mejores dientes que podía recordar.
Y a los papás y a las mamás también les gustó la idea. Por eso ahora, entre todos los regalos y dulces que se reparten en Halloween, cada vez es más fácil ver cepillos de dientes, fruta sana y golosinas sin azúcar
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