Era ya tarde y las gotas de lluvia empezaban a caer con timidez. Sus miradas se cruzaron por última vez mientras ella se alejaba, aparentemente nerviosa, y con media lágrima asomando por sus claros ojos. Él intentó comprender el porqué, en medio de aquella calle oscura y ancha. Las gotas de lluvia se deslizaban cada vez con más fuerza por su rostro. No llevaba paraguas. Acabó pasando lo que ella temía, aunque ya no estaba allí para verlo. Se desplomó suavemente, cayendo de rodillas sobre aquel suelo centenario y sus manos, casi involuntariamente, se acoplaron a su faz en señal de dolor e impotencia. Rompió a llorar. No la volvería a ver. Nunca más sentiría su débil calor corporal. Nunca más acariciaria sus finas y lindas manos. "Nunca más", repetía en voz alta, "nunca más"...
Hubiera dado todas sus pertenencias a cualquiera que le jurara que su enfermedad tenía remedio. Se hubiera quitado la vida si eso pudiera haberla salvado. Hubiera llegado al fin del mundo por ella. Pero ya era tarde. Nunca más la volvería a ver.
Los transeuntes lo observaban con cara de preocupación, y habían sido ya muchos los intentos de ponerle en pie, así como los mensajes tranquilizadores. Pero todo fué en vano. Quiso morir. Sabía que al día siguiente ella ya no seguiría en aquel mundo, a veces iluminado, pero otras tantas oscuro y desgraciado. De pronto una silueta que le resultaba familiar se acercó con paso inseguro y tambaleante. Era ella. En su cara podía observarse una progresiva sonrisa, tímida. Él, sin pensárselo dos veces, se levanto y la abrazó como nunca en su vida había abrazado a alguien. Lo hizo con aires de protección y de necesidad de ser protegido ante la tragedia que de pronto se le había venido encima. Ella lo apartó con cuidado, miró fijamente a los ojos de aquel destrozado muchacho, y lo besó. La escena era verdaderamente de película. Se susurraron unas pocas palabras al oido y se volvieron a besar, rompiendo la tragedia que les había absorbido durante una eternidad. La gente empezó a aplaudir y ella, de repente, perdió el equilibrio. Decía que no se podía mover. Ya había empezado. En medio de aquel ambiente de desconcierto, tumultuoso y agobiante la abrazó; y colocandole una lágrima suya en su fina mano le pidió que fuera al lugar que fuera, le esperara.
PRECIOSO, PRECIOSO, PRECIOSO, PRECIOSO, PRECIOSO, CUENTO, CASI LLORO AL FINAL.... JAAJAJ BUENO ES INCREIBLE COMO ESCRIBE ESTE CHICO CON QUE SENTIMIENTO. SEGUIRE LEYENDOTE QUIEN PUDIERA ESCRIBIR ASI BUENO UN SALUDO Luci-a