Habia una vez un niñito que vivia en un barrio muy pobre. Su papá murió cuando el apenas tenía tres años de edad y su mamá trabajaba muy duro para sostener a su familia. Este niñito se llamaba Juan y ahora tenía cinco años. Su familia la componian su mamá y sus dos hermanitas Carmen y Viviana. Carmen tenía ocho años y Viviana diez. A Juan le encantaba jugar con sus amiguitos y por las tardes se sentaba a esperar al señor que vendía los helados de coco. Como le gustaban esos helados de coco cremosos y bien frios! Pero Juan no tenia dinero para comprar helados de coco. Su amiguito siempre compartia su helado con él.
Un día Juan estaba solo sentado bajo el árbol donde siempre esperaba al señor que vendia los helados de coco, su amiguito Daniel estaba enfermo y ese día no salió a jugar como de costumbre. Juan sabia que hoy no podría saborear el sabroso helado de coco que tanto le gustaba, pero de todas formas se quedó allí sentado. De lejos escuchaba el tilín, tilín de las campanitas del carrito de helados de coco. Cada vez se escuchaban más cerca, Juan voltió los bolsillos de su viejo pantalón, pero no tenía ni una sola moneda. Lástima, dijo para entre sí, hoy no habrá helado de coco.
El carrito de helados ya se estaba acercando más hacia donde estaba Juan y escuchaba claramente al señor de los helados de coco gritar VENDO HELADOS DE COCO BIEN FRIOS Y BIEN CREMOSOS...VENDO HELADOS DE COCO BIEN FRIOS Y BIEN CREMOSOS, 25 centavos el helado de coco.
Llegó por fin a donde se encontraba Juan sentado y le preguntó: Donde está tu amiguito Daniel? Daniel esta enfermo y hoy no salió a jugar, le contestó Juan. Ah, exclamó el señor de los helados de coco. Bueno dijo el señor de los helados de coco, como Daniel hoy no está, y tu eres su mejor amigo, te voy a regalar el helado que siempre le doy a mi sobrino Daniel.
Los ojos de Juan se abrieron enormente de la sorpresa. Deberas que me va a regalar un helado de coco, dijo Juan. Si contestó el señor de los helados de coco y todos los dias tendrás uno igual al de mi sobrino Daniel. Juan no lo podia creer, le dió las gracias al tio de Daniel,cogió su helado, y se fue muy contento saboreando su helado de coco, el cual le pareció mas rico y más cremoso que todos los otros que había saboreado antes.
Isabel Rincon
Distinguida dama; una carabana de recuerdos pasó por mi mente, su cuento me ha hecho recordar el tan esperado carrito de helado de mi pueblo... Muchas gracias por los recuerdos!