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Hill Roads 904, la antesala del infierno

A través de la ventana, podía ver cómo una devastadora tormenta lamía el páramo en el que estaba edificada la mansión, y cómo también el monstruo meteorológico lanzaba su alentadora luz hacia la semioscuridad en la que me hallaba sumido.
Cuando el clamor de los truenos no lo invadía todo, el incesante golpeteo de la lluvia traía a mis oídos un grave sonido metálico, seguramente producido cuando la descarga hídrica impactaba contra mi coche.
Caminé por el centro de aquel gran salón, antaño fastuoso y refinado, ahora irrevocablemente arruinado, sobre pedazos de vajilla y madera de los muebles que infestaban azarosos el espacio. En mi mano, una escopeta se deslizaba milímetro a milímetro sobre una balsa de sudor, mientras mi corazón latía cada vez más y más deprisa.
De pronto miré hacia el lado derecho de la habitación, donde un armario astillado gritaba agonizante a la noche. Había oído un ruido.
Oteé las ruinas intentando descubrir algo, pero no vi nada que no hubiera visto ya.
A pesar de esto, algo dentro de mí comenzó a decirme que allí había alguien más, no lo veía pero podía sentir su presencia, cómo poco a poco se iba acercando a mí, furtivo, acechante.
Seguí caminando hasta una amplia escalera que conducía al piso superior pero, en lugar de subir, me di la vuelta y me quedé allí parado, escudriñando la negrura.
En las paredes de la habitación, rostros antiguos atrapados en marcos de oro me observaban inquisidores, sin preocuparse del peligroso temblor que había asaltado a las dos lámparas de araña que colgaban del techo.
Unos pasos casi inaudibles sonaron a mis espaldas, en la escalera. Me dí la vuelta, y entonces lo vi. Allí, sobre cuatro enormes patas de pelo gris, mirándome fijamente con sus ojos infernales, estaba la criatura más monstruosa y aterradora que la imaginación del ser humano pudiera haber vomitado jamás.
Sumido en el más profundo de los pánicos, alcé la escopeta y disparé. Un chorro de sangre violeta salió disparado por los aires, seguido de un helador rugido.
Aprovechando el momento de desconcierto de la bestia, eché a correr escaleras arriba y desaparecí tras la primera puerta que se cruzó en mi camino. Ahora estaba en la biblioteca, dominada por viejas estanterías de roble sobre una alfombra de libros.
En la pared de la izquierda, junto a la puerta, había un interruptor. Lo accioné y la luz volvió a la estancia. Me acerqué al ventanal que discurría al otro lado de la puerta y me volví hacia ésta, esperando a la bestia.
Apareció al cabo de unos segundos. Volví a disparar otras tres veces más, y luego me interné en el pequeño laberinto de estanterías.
Mientras caminaba sobre el improvisado tapiz, algo me llamó la atención. Encima del escritorio que había en un rincón de la sala, junto a varias revistas de parapsicología, había un libro abierto por una página en la que aparecía una grotesca imagen. Me acerqué para verla mejor y de pronto la sangre se me heló...¡¡era el rostro de la criatura que venía tras de mí!!.
La tenebrosa voz del monstruo me devolvió a la realidad. Estaba detrás, detenido en la esquina de una estantería.
Cogí el libro y salí de la biblioteca. De nuevo, el suntuoso y oscuro salón se mostró ante mis incrédulos ojos. Mientras corría, eché un vistazo al libro. En la página siguiente había un círculo con extraños símbolos que, según el texto que había debajo, era una especie de escudo contra aquel ser.
Aquella visión llenó mi interior de una cálida esperanza. Podría matar al monstruo sin sufrir ningún daño. Pero necesitaba una tiza o pintura blanca. ¿Dónde diablos podía encontrar eso?...
Delante de mis narices.
Al otro lado de la balconada, apoyado en la pared, un cadáver mutilado descansaba de la pesadilla que había vivido. Y junto a él, había restos de lo que parecía haber sido o intentado ser un dibujo ritual. Me acerqué al cuerpo y vi que la única mano que le quedaba agarraba con fuerza un pequeño objeto. Era una tiza, por fortuna. La cogí y bajando las escaleras donde el astuto engendro me sorprendiera, comencé a dibujar el escudo.
En ese momento la criatura salió de la biblioteca, y viendo lo que hacía, echó a correr enfurecido. Le disparé mientras bajaba las escaleras, y luego otra vez, y otra. Lleno de dolor, saltó sobre mí y me dio un zarpazo en el preciso momento en el que volvía a dispararle. Ambos caímos al suelo, confusos. La escopeta resbaló lejos de mi alcance. Me levanté como pude mientras notaba en mi nunca su ardiente aliento, y proseguí mi tarea. Cuando hube terminado, quise ir en busca de la escopeta, pero como la criatura se estaba levantando, decidí entrar en el círculo. Sentado en la oscuridad, observé no sin miedo cómo me miraba con esos ojos rojísimos, las fauces babeantes, el rostro de rabia y maldad. Afuera, la tormenta continuaba azotando el páramo sin piedad, con más fuerza que nunca.
De pronto, una luz azulada surgió de los símbolos que bordeaban el círculo y, como una cascada transparente, me aislaron por completo del resto de la estancia. Al fondo, una luz que no emitía sonido alguno bajó volando suavemente hasta el suelo y de ella salió un ser blanco y muy alto que portaba una espada larguísima y también blanca.
El engendro, al verlo, comenzó a retroceder temeroso, sin prestarme ya atención.
Mientras tanto, el otro, que como la luz tampoco hacía ruido de ninguna clase, hundió la espada en el tórax de la bestia. Al instante un vórtice rojo apareció bajo ella, llevándola de regreso al abismo.
El ángel, o lo que fuera, desapareció en un fogonazo de luz dejándome solo en aquel cilindro azul cuyas paredes poco a poco fueron volviendo al lugar del que habían salido. Cuando hubieron desaparecido, me acurruqué en el suelo y lloré amargamente intentando expulsar de mi interior la congoja que me había clavado en el pecho aquella pesadilla. Después salí de la mansión y subiendo a mi coche me alejé en medio de la tormenta.
Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
  • Media: 4.79
  • Votos: 47
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Crystal I
invitado-Crystal I 02-01-2004 00:00:00

y tengo que confesarte que estoy totalmente de acuerdo con nuestro compañero Celedonio. El relato es escalofríante y sin duda, tu forma de narrarlo lo hace más entretenido por el estilo literario utilizado. Mis felicitaciones

Celedonio de la Higuera
invitado-Celedonio de la Higuera 16-12-2003 00:00:00

Consigues transmitir todo el horror del personaje, hasta el punto de que terminé destrozado de tanto luchar con la bestia. Pero sobre todo te felicito por tu narrativa que me parece de gran calidad literaria. Saludos.

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