Mientras al oído él te decía “amor te quiero” sus manos bajaban de tu cintura hasta tocar tu sexo.
Mientras el te prometía respeto y con su mirada te convencía de ello, poco a poco y muy lentamente bajaba sus dedos, tocaba tus nalgas y te avergonzaba por completo. Cuando al fin te convenciste que el te llamaba juego y por vez primera pusiste resistencia a sus caricias, el enojado te dio una bofetada, quedaste tirada en el suelo, después de despertar del golpe que inconscientemente te dejo en el piso, te miraste. Te miraste sangrada y abandonada, te sentiste, te sentiste adolorida y humillada, solo te quedaba llorar y buscar una esperanza para sobrevivir, ya no seria lo mismo…
Perdiste tu inocencia, solo te quedan lágrimas, no sabes si hay esperanza, en esta vida desdichada.
Hipócritas caricias, hipócritas palabras, fueron tan vacías pero terminaron convenciendo a el alma, cuando te diste cuenta ya era demasiado tarde, eras presa de sus garras.