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Historia del Cuco

El Cuco

El Cuco tiene frío. Lógico para cualquier persona que halla nacido en Cuba y termine viviendo en Argentina. Sin contar que tuvo que pasar por dos glaciaciones. Pero no adelantemos historia y mejor empecemos por el principio, es decir por el nacimiento del Cuco. El Cuco nació de un huevo, allá por el año Mucho A.C. Andaba dando vueltas con los bichitos esos raros de entonces, por ejemplo el Procompsognathus, el Protosuchus, un bichito unicelular que no había evolucionado y que le decían Julio, y las ratas (primeros mamíferos y por lo tanto progenitores de la raza humana).
Por ese entonces el Cuco no tenía frío, vivía bien. Había erupciones volcánicas donde él se bronceaba y había hermosas playas cubanas para tirarse panza arriba (Los cucos tienen panza). Todo marchaba bien hasta que llegó la era del hielo. Ahí la única manera de no morirse de frío era hacerse amigo de los mamuts, que tienen pelo largo y calentito. Y eso fue lo que hizo el Cuco. El problema fueron los gases. Los Mamuts no tenían mucha consideración por los que andaban por ahí y dejaban salir todo lo que quisiera salir.
Después de un envenenamiento bastante jodido, que mantuvo al Cuco en shock anafilactico y posterior paro cardio respiratorio durante lo que duró la glaciación, el Cuco volvió a las andadas. Eso sí, no por mucho tiempo, porque decían las malas lenguas (las de los reptiles) que se venía otra glaciación. Y meta machacar que la glaciación, y dale que dale con la glaciación. Tanto jorobaron que al final al Cuco le terminó agarrando un poco de miedo y dijo “más vale prevenir que lamentar” y entró a caminar para otros lares, no sea cosa de tener que aguantar a los mamuts de vuelta si llegaba la bendita glaciación. Y la glaciación llegó nomás, pero para ese entonces él ya estaba cruzando el estrecho de Bering, que en ese entonces era más estrecho que ahora. Imagínese lo que habrá tenido que caminar el Cuco con las patas chiquitas que tienen todos los Cucos.
Como ya hemos dicho al Cuco no le gusta el frío, así que viendo que mientras más caminaba más frío hacía, después de cruzar el estrecho decidió desandar lo andado y entró a caminar para abajo. Así llegó a China y conoció a la dinastía Hsia. Ahí se hizo un montón de amigos, porque todos parecían simpáticos y de su tamaño. En una noche muy fría de invierno en que el Cuco estaba hospedado en una casa de unos amigos durante la cena (arroz) el Cuco tenía tanto frío en las patas que se le ocurrió acercarlas al fuego. Una chispa saltó y cayó justo en el dedo más chiquito del pie que se le prendió fuego (los Cucos no son muy inflamables que digamos) ante lo cual el Cuco no pudo menos que pegar un salto y, sin darse cuenta, hacer volar de una patada todo el arroz. Así nació el Kung Fú, que en chino significa “Cuco Fuego” o “Soplen al Cuco”.
El Kung Fú trajo múltiples problemas al Cuco porque la gente se empezó a poner más violenta, a tal punto que dos tipos se enojaron tanto uno con el otro que quisieron hacer una pared que los mantuviera alejados. Ante semejante quilombo, y sobre todo teniendo en cuenta que el Cuco no iba a zafar de levantar ladrillos, decidió dejar las clases de artes marciales que estaba dando y se fue caminando para otra parte.
Así fue que el Cuco llegó a Grecia. En Grecia se estaba bien: todos andaban medio desnudos, charlaban como viejas y tomaban vino como por un tubo. Los griegos estaban muy intrigados por la vida del Cuco, y el Cuco, como no tiene ni tenía problema en contar anécdotas de su larga larga larga vida contaba en las plazas, enredado en la sábana en que dormía (costumbre que después fue copiada por todos). Así que contaba historias y opinaba sobre lo que se le metiera en la cabeza. Cada vez que alguien le preguntaba algo y él no sabía qué decir contestaba con otra pregunta, costumbre que después tomaría Sócrates. En una de estas charlas contó cómo había construido un mamut de madera para poder acercarse a los mamuts y no morir durante la era del hielo. Este relato fue escuchado por un tal Odiseo que quedó fascinado por este Cuco fecundo en ardides que narraba su historia con todas esas palabras aladas.
En otra oportunidad un amigo suyo, Platón, lo invitó a un banquete. El programa para esa noche era el siguiente: 16hs: Realizar la carrera desempate entre Aquiles y la tortuga. 17hs: Hablar bien de Zeus. 17,10hs: Hablar mal de los romanos. 22hs: Comida. 23hs: Prender fuego al compañero de mesa. 23,30hs: Finalizar la velada como los machos.
Todo hubiera salido bien si no hubiera sido porque el Cuco llevaba unas copas de más encima y también quiso competir en la carrera, lo que trajo una discusión entre los comensales. Para apaciguar a los presentes el Cuco exclamó pacifista: “No es buena la amarga cosecha que trae el odio, hagamos el amor entre los hombres”. Estas palabras causaron gran emoción pero, como pueden imaginarse, fueron mal interpretadas y lo previsto para las 23,30 fue cambiado por la primera manifestación del orgullo gay en la historia. En el despilfarre el Cuco fue forzado a ponerse tanga y portaligas y a bailar por la ciudad junto con Empédocles (que estaba bastante como su nombre), Sócrates y tantos otros. Dicen que macho es el que probó y no le gustó, pero al Cuco no le interesaba ser macho, él nomás quería ser Cuco, así que apenas se presentó la oportunidad se escapó silbando bajito.
Como ya estaba cansadísimo de caminar prefirió salir nadando, que es como llegó a Egipto. Si hay un lugar donde el Cuco la pasó bomba ese es Egipto. No corría ni una gota de aire frío. Como lo veían raro no estaban seguros de que pudiera ser un dios, así que el faraón Menes lo tomó medio como mascota y por lo tanto gozaba de los lujos de un gobernante.
El Cuco tenía problemas motrices, como ya hemos explicado que le pasaba con la sábana. Fue gracias a eso que un día cualquiera, en que el Cuco había ido al baño con una diarrea marca cañón por culpa de unas frutas en mal estado, salió de la letrina todo enredado en el papel higiénico. Al faraon le causó tanta gracia que él mismo se fue a enredar en el rollo de papel. Se rió tanto tanto que se murió como viejo en “Mary Popins”. Como al pueblo también le dio mucha gracia decidieron dejarlo así enredado y la tradición se conservó para todos los que le siguieron. Eso sí, tuvieron que enfrentarse al problema de la putrefacción de los órganos. Sacar los intestinos es fácil, pero no sabían cómo sacar el cerebro. El problema se resolvió porque el Cuco tenía la costumbre de sacarse los mocos bastante a lo bruto y con un gancho como los de carnicero.
A la orilla del nilo fue que el Cuco vivió muchos años, hasta que llegaron los cristianos. Viendo en el Cuco una criatura demoniaca y herejiástica lo secuestraron y lo llevaron a Italia para inspeccionarlo. Bien es cierto que el Cuco solía danzar desnudo en la punta de las pirámides de Gizeh, fingía estar poseído por los muertos, siempre pedía repetir el postre, no le hacía asco a nada ni a nadie y nunca se limpiaba el ombligo (porque tiene ombligo aunque nació de huevo), pero no por eso tenían que declararlo el anticristo, que joder.
Para poder volver a ser libre tuvo que reivindicarse como cristiano, para lo cual fue encomendado a ayudar a Miguel Ángel, un muchacho que según algunos en el Vaticano tenía futuro. Parte del tratamiento que los sacerdotes administraban al Cuco para asegurarse de su fidelidad al cristianismo incluía sesiones espiritistas y administración de ciertos alucinógenos, lo que derivó en que el Cuco tuviera premoniciones y visiones del futuro lejano. Entre ellas se destacan una visión de un esquimal (lo que le trajo pesadillas) y otra en que vio a Stalin sobre un bidet. Sin embargo la más afamada de las visiones fue cuando predijo en versión extendida y con sonido remasterizado de “E.T. El extraterrestre”, de cuya visión Miguel Ángel tomó el modelo para pintar la Capilla Sixtina.
A partir de esto la fama del Cuco creció a raudales. Desde Francia Descartes le envió una carta solicitándole que piense sobre la filosofía. El Cuco no tenía ganas de pensar en ese momento, él solamente quería existir, así que le respondió con una breve carta que decía: “Sr. Descartes: Pienso luego. Existo y chau.” Como Descartes tenía un complicado problema de miopía no distinguió el punto en medio de la oración y quedó fascinado por la brillante respuesta del Cuco.
También recibió una carta de un norteamericano. Se trataba de una carta misteriosa que le preguntaba algo sobre los colores. Como el Cuco es medio daltónico no le dio mucha importancia y contestó que él veía todo o blanco o negro. Así fue que se fundó el Ku Klux Klan (¿Hará falta aclarar que en inglés significa “Clan del Cuco”).
La fama del Cuco llegó hasta Alemania, donde le dedicaron una comida llamada “Chucrut”, que en Alemán significa “Chau Cuco”. Cuando un joven alemán llamado Adolf probó esta comida le gustó tanto que se dio cuenta de dos cosas: 1-En su país había gente que quería hacer las cosas bien, como este chucrut. 2-Le caía antipatica la gente con patillas. Esta segunda resolución nada tenía que ver con el chucrut, pero así son las casualidades. Así que se disidió a buscar a todos los alemanes que anduvieran dando vueltas por otros países para convidarles chucrut con pan, lo que se llamó Pan-germanismo. Se armó semejante lío por este Adolf que el Cuco decidió irse de donde estaba, como tantas otras veces, y se subió a un barco que lo dejó en Brasil.
Durante el viaje conoció por casualidad a un empresario brasilero con el que entabló amistad. Como el Cuco no tenía destino en la vida (claro que nunca le importó tenerlo) y al empresario le causaba gracia que el Cuco siempre anduviera desnudo por la vida (los Cucos no suelen preocuparse por el pudor) le ofreció trabajo en su empresa. Esta empresa resultó ser una fábrica de brillantina. No está bien extrañarse por esto, aunque parezca ridículo la brillantina tiene que fabricarse en alguna parte.
Una noche el Cuco tuvo un problema con la maquinaria y debió revisarla. Fue justo en el momento en que el Cuco se asomaba sobre unos tarros de brillantina de diversos colores cuando contrajo epilepsia. Una epilepsia mucho más fuerte que la humana, una epilepsia de Cuco. El resultado es bien conocido por todos: al ver la gente a un ser extraño cubierto de brillos, a la luz de los patrulleros, bailando desnudo por las calles de brasil nadie pudo dejar de imitarlo, y así nació el carnaval, que en portugués significa “Cuco baila”. En honor del Cuco todos brindaron con una bebida que se inventó en el momento, la caipirinha, que quiere decir “Cuco aspirina ha ha ha!.”
Pero el Cuco tenía frío. Al Cuco no le importaban las fiestas, la popularidad, el dinero, la brillantina, el glamour ni los patrulleros. Es más, el detestaba esa vida y no entendía como siempre se metía en medio del quilombo. Los brasileños querían más fiesta y se la pasaban desvistiéndolo para hacerlo bailar y el Cuco pasaba frío. Así que volvió a caminar. Tuvo que decidir entre Chile y Argentina. En Argentina le dijeron: “En unión y libertad” y en Chile le dijeron “Por la razón o por la fuerza”, así que se quedó en Argentina. Le hablaron de una ciudad, supuestamente el mejor lugar de toda la Argentina para ir a la playa: Mar del Plata. Qué chasco que se pegó el Cuco cuando vio que esa ciudad “turística” apenas tenía dos meses de calor (leve tirando a frío), sobre todo en comparación con su Cuba natal.
Pero como el Cuco ya tenía las patas llenas de cayos y la verdad que no tenía idea de donde estaba parado en el mundo prefirió comprarse un Orbis calorama y poner un local de internet. Teniendo en cuenta que internet está dividido en 10% contenido en gral, 20% publicidad y 70% pornografía el Cuco consiguió un lugar seguro para mantenerse calentito mientras se toma unos mates con agua hervida.

Agustín Vispo
Datos del Cuento
  • Categoría: Metáforas
  • Media: 4.76
  • Votos: 46
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1 comentarios. Página 1 de 1
luis jesus
invitado-luis jesus 07-02-2004 00:00:00

Si señor hace, falta una buena dosis de coherencia y lucidez para dar a luz tamaña verborragia. Siempre he sido un fan del surrealismo y el absurdo. Te felicito por tu incontenida narrativa. (Ah, quizás debiste añadirlo en la categoría de cómicos.) Hasta otra compañero. A seguir.

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