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Categoría: Históricos

Homenaje a Helena Naranjo

Homenaje a Helena Naranjo

I Escena (fragmento)
En el fondo un paisaje campestre, una Casa Colonial. En el patio delantero esta Helena Naranjo jugando sobre su caballo de madera sonriendo mientras sueña.
De repente se queda embelesada, mirando las blanquecidas nubes en su pasar. Luego de largo rato… se apea del caballo de madera y se dirige a una jaula que cuelga de un árbol, ubicada en la parte derecha de la Casa Colonial. Abre la portezuela y tomando a una ave canora que yace atrapado entre los débiles barrotes de varillas de palma, lo aprieta contra su pecho y dándole un beso en la cabecilla lo suelta.
HELENA: ¡Que linda es la libertad!
Un ligero viento levanta las flores y hojas secas yacentes en el patio, ella un poco misteriosa se queda mirando el publico y como queriendo conocer lo que ellos piensan, levanta su mano derecha y apuntándoles con la espada de madera les expresa.
HELENA: ¿Solo podemos soñar dormidos? No lo creo, aún con los ojos abiertos y en nuestro más claro y mejor momento mental podemos soñar.
Helena da la espalda y después de dar varias zancadas como si quisiera dar largos pasos se detiene, da varias vueltas alrededor del caballito de madera, se sienta en él y luego exclama enfática.
HELENA: Trasladarnos con lo maravilloso de nuestra imaginación (se toca las sienes con la punta de la espada tratando de llamar la atención y dejándola allí exclama con dulzura) a un hermoso mundo mágico y al mismo tiempo real (baja la espada, no dejando de sonreír tiernamente, con un dejo de locura).
HELENA: Voy a contarles una experiencia vivida por mi, allá en Valencia, mi Ciudad natal, cuando apenas tenia 12 años. Ahora sopla el viento más fuerte y una gruesa cortina de humo blanco cubre el escenario. (Fin de la escena).
Observaciones: (para los efectos dados deben de ocultar bajo los simulacros de decoración varios ventiladores y una cámara de humo.
II Escena
El escenario una habitación interior. En el una biblioteca, dos mecedoras coloniales y un espejo grande de la misma época. A uno de los laterales de la habitación un gran ventanal con dinteles de la arquitectura española, rodeada de gruesas cortinas púrpuras, bordeadas con hilos de oro, al fondo un cuadro familiar y una mesa con un florero, casi cubierto con hermosas rosas rojas.
Ella se encuentra sentada en una de las mecedoras, ensimisma, adsorbida por un libro de historia. De repente abandona la lectura, abre sus brazos y dejando caer el libro al suelo bosteza. Da unas largas zancadas y acercándose al espejo se mira largamente mientras sonríe y hace muecas extrañas con su rostro. De repente deja de sonreír y tapándose el rostro con vergüenza se ruboriza. En el espejo esta refleja la figura de un jovencito elegante, camisa de batista, cuello especial que le delineaba una barbilla ya fina por naturaleza, en la pechera lucia con elegancia un pequeño prendedor, tenia una chaqueta gruesa de terciopelo azul marino que hacia resaltar lo blanco de su piel, nueve ojales de fino hilo dorado pespunteaban el lado izquierdo.
SIMON: ¡HOLA! (ella se cubre más el rostro apenada)
SIMON: Todo lo que haces es lindo.
HELENA: (Abriendo los dedos que están tapando los ojos sonríe y le dice) ¿Oye me espiabas? Casi siempre lo hago, es para no sentirme sola.
SIMON: No creo que te espiaba, solo pasaba por el lugar, te vi por el reflejo del espejo, ya sabes, eso que hacías atrajo mi atención.
HELENA: No te había visto. ¿De donde eres?
SIMON: De Caracas, pero pasaba por aquí y para que recordarlo (hace una suave reverencia y le susurra) me llamo Simón.
HELENA: Simón, me gusta tu nombre, yo me llamo Helena. Me gusta leer la historia. ¿Tienes Maestros?
SIMON: El mejor, se llama igual que yo. Simón Rodríguez.
HELENA: Eso es muy bonito. ¿Quieres leer?
SIMON: Yo prefiero en estos momentos, jugar con tu caballito de madera y tu espada que vi.
HELENA: ¿Jugar a la guerra?
SIMON: ¡Claro! es hora de lograr libertar a nuestra gente.
HELENA: que cosas dices, pero me parece algo acertado.
SIMON: Vienes.
HELENA: ¡Ya estoy contigo!
Helena vuelve a dar sus acostumbradas zancadas y llegando donde esta Simón y tomándole de una de sus manecillas le dice.
HELENA: ¡En marcha soldado! (salen de la escena saltando y sonriendo)
Datos del Cuento
  • Autor: Jhosue
  • Código: 17333
  • Fecha: 09-09-2006
  • Categoría: Históricos
  • Media: 5.34
  • Votos: 200
  • Envios: 0
  • Lecturas: 5395
  • Valoración:
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