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Categoría: Misterios

IMÁGENES

Siempre que me miraba al espejo buscaba mi mejor ángulo o imágen, pero no la encontraba. Insatisfecho empecé a odiar los espejos. Si encontraba uno frente a mí, lo esquivaba; y si estaba en mis medios, lo botaba o quebraba...

Me llamaban Drácula por el barrio, y no por mi dentadura, mi palidez, mi afición por las sanguijuelas, insectos, no, nada de eso... Fue por los espejos tapados en mi cuarto; los encierros diurnos y los paseos nocturnos cubierto por una máscara que cubría mi rostro y un sacón negro.

Preocuados, mis padres me llevaron a un doctor que tenía la imagen de una calavera con lentes y peluca. Era un personaje extraño. Cuando estábamos frente a frente en su consultorio no se movía, hablaba lo indispensable, miraba directo a mis ojos como un búho hipnotizador, y esperaba, eso sí, esperaba y esperaba a que yo, le hablara...

- ¿Por qué, no te quitas la máscara? - me preguntó. Yo desconfiaba de todos, pero pensando en romper sus esquemas mentales, me la quité.

- Tienes mirada profunda, inteligente... - me dijo, y complacido por su logro, reveló su esmaltada y bien cuidada dentadura al sonreír.

Yo callaba, y él también; luego de dos horas de una silenciosa sesión, se levantó de su asiento y se despidió de mí, y eso fue todo... Era gracioso ver a mis padres con rostros angustiados cuando conversaban con el psiquiatra acerca de mi estado. Tenían la imagen de aquellos judíos del holcausto. Sí, mis padres eran unos espectaculares actores.

Luego de varias reuniones con el doctor dejé la máscara. Le conté que lo usaba porque tras cualquier ella uno se siente protegido o escondido. Le dije que no era loco; raro, eso sí, pero nada loco... Continué asistiendo al consultorio por varios meses por consejo del doctor. Ya casi me había vuelto su amigo pues muchas veces me contaba sus cosas personales, pero yo no. No podía confiar en nadie, menos en gente que desea curarnos cuando los sentía mas perdidos que uno mismo. Quizás no usen caretas, pero bajo su profesión esconden sus debilidades, temores y sueños. Quizás salen a trabajar y tienen familia pero se refugian en su trabajo como si fuera su salvavidas. En fin todo seguiría normal si no fuera porque ocurrió "algo" que cambió mi vida para siempre.

Era una linda mañana cuando escuché que mis padres salían de casa olvidando cerrarme la puerta con llave, como el doctor aconsejaba. Hacía mucho que no estaba solo en la casa, siempre estaban mamá, o papá, o un pariente; pero aquella linda mañana no había nadie... Salí del cuarto y paseé por todos los rincones de la casa.

Cuando entré al cuarto de mis padres, me encontré la imagen de un muchacho terriblemente flaco, sucio y casi desnudo, con el cabello largo y revuelto... ¡Parecía un chimpancé! Grité de la impresión, pues pensé que estaba solo.

Empecé a acercarme con temor, hasta tocar la imagen, que era la mía. Me dio ganas de llorar, y lloré al verme tan horrible, y también, porque me dio la gana. Me sorprendí que mientras lloraba, reía al mismo tiempo... Cierto, sentí que enloquecía... De pronto, advertí que un alboroto de visiones y sonidos, como un batallón pisoteaba mi conciencia. Escuchaba y sentía una fuerza de pensamientos, ideas y deseos arrastrándome en una espiral alrededor de ellos... Mi cuerpo giraba y giraba, y sin querer, choqué contra el espejo del cuarto de mis padres cayéndose al piso con un ruido terrible. Aquel accidente me salvó de caer en la espiral hacia el centro de la locura...

Cuando volví en mí, el silencio y la calma me inundaron. Aún seguía en el piso. A mi lado estaba el espejo partido en dos. Me paré, cogí los dos pedazos y accidentalmente los puse frente a frente y encontré una serie inagotable de imágenes mías y de los marcos de los trozos del espejo. Me quedé cautivado ante aquel fenómeno visual, y una idea apareció en mi conciencia diciéndome que dos imágenes reflejándose entre ellos, pueden encontrar el umbral a la eternidad y a mi identidad.

Fue entonces en que cambié mi actitud ante los demás. Mis padres que se alegraron mucho al ver que cuidaba mi imagen. Regresé al colegio y volví a estudiar. Cultivé amistades y conversaba con mis padres de vez en cuando... En fin, traté de ser como todos, normal, pero, solo actuaba de día, pues por las noches tenía un proyecto especial: Construía una caja con todas sus paredes de espejos. Cuando la terminé, cada noche me introducía en este cuarto con una vela, encerrándome por horas y horas. Era una experiencia visionaria fantástica...

Una de las noches en que observaba aquellas imágenes y estaba por quedarme dormido, escuché: “Pst, pst, pst... Despierta... ¿Qué estás buscando?”. Asustado, abrí los ojos como platos y me sobrepuse al cansancio... Y vi que una de mis imágenes empezó a saludarme agitando una mano. De pronto, todas las demás imágenes empezaron a moverse con independencia; parecían como cansados de observarme, mirándose unos a otros como si fuera la primera vez... Se saludaron entre ellos y después, me preguntaron qué era lo que estaba buscando. Les dije que estaba buscando mi verdadera identidad. Me miraron seriamente y señalando con sus manos hacia el fondo de la ruta de los espejos, me dijeron: “Allá está”. Agitaron sus manos como despidiéndose y se alejaron gateando hacia las profundidades del túnel de espejos... desapareciendo totalmente de mis ojos. Fue extraño quedar sin ningún reflejo en aquel cuarto de espejos, pero así me quedé

Cuando salí, ya había amanecido. Extrañamente, me sentí tan liviano como una pluma. De pronto, escuché a mi madre llamándome a que bajara a tomar desayuno. Bajé hacia la cocina y saludé a mis padres, que ya estaban desayunando, pero ellos ignoraron mi saludo...

Asustado, sentí un frío metálico en todo mi cuerpo. Corrí hacia uno de los espejos de la casa, y encontré a millares de imágenes en donde mis padres desayunaban con alguien indescriptiblemente luminoso...


Joe 31/05/04
Datos del Cuento
  • Autor: JOE
  • Código: 10074
  • Fecha: 21-07-2004
  • Categoría: Misterios
  • Media: 5.63
  • Votos: 96
  • Envios: 1
  • Lecturas: 2869
  • Valoración:
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