Con las luces enterradas, con el silencio haciéndose oscuro, otra vez el descanso se me niega.
Otra vez arden las sábanas a mi contacto y una vez más el tiempo me mata y me mata, sin acabar de matarme.
UNA VUELTA, UNA OVEJA.
Corro a las puertas del sueño, trepa toda mi energía por la empinada escalera, embisto como un ariete, me vuelvo a romper la frente.
Y no se abren.
CAMBIO DE POSTURA, DOS OVEJAS, TRES OVEJAS.
Disimulo, miro a otro lado.
Respiro lentamente diez bocanadas de aire negro y en un suspiro prolongado intento que se pare el corazón.
Nada, después patalea enfadado, recuperando en sobresalto los latidos que le han robado.
TIRO, CUATRO OVEJAS, LA ALMOHADA AL SUELO.
El reloj golpea su tambor lento y yo le acompaso el tarareo de una canción nebulosa que nace demasiado triste.
ME ENCOJO, CINCO OVEJAS, SEIS, SIETE, OCHO.
Arrugo la frente para alejarme y repaso los rios más importantes de Europa.
La tabla del cuatro.
Las respuestas qué conocía en el último concurso.
Se me ocurre, pienso de pronto: Futbolistas famosos.
Pero resulta demasiado sencillo.
Que sean italianos. Maldini, Massaro, Costacurta, Del Piero, Vialli...
LAS MANOS BAJO LA NUCA, NUEVE OVEJAS.
Qué fácil debiera ser dormir ahora con todo en calma, una vez callado el último perro que ladraba en el horizonte, sin que resuenen ya neunáticos y disparos en la tele del vecino.
Debe de ser tan tarde.
LAS MANOS SOBRE EL PECHO, DIEZ OVEJAS, COMO LOS DIFUNTOS.
Falta poco, casi, casi, y acude el amor cuando ni lo llamaba ni pensaba en él siquiera.
Un instante más y lo hubiera conseguido, un sólo instante y hubiese despertado con la mañana rota ya en dia.
Pero la memoria se me viene del pasado con vigor de presente, a dar vueltas y más vueltas.
BOCA ABAJO, ONCE, DOCE, TRECE OVEJAS.
A los trece años fumé un cigarro.
A los catorce, la maestra tenía unas piernas preciosas.
A los quince, el horno de la abuela.
A los dieciséis, las fiestas del pueblo por fin solo.
A los diecisiete, un tren y una mochila.
A los dieciocho, el amor. Ese que me está robando el sueño.
Qué bien dormía estando enamorado.
PIERNAS SEPARADAS, CATORCE OVEJAS, Y BRAZOS EN CRUZ.
Debe de estar cerca el amanecer.
Persigo los ruidos más ínfimos, los crujidos de los muebles, la contracción de las tuberías, la brisa de afuera, mi pecho, mi pulso, mi corazón.
QUINCE OVEJAS, CIEN OVEJAS , MIL...
Tantas fórmulas intento para que mi pensamiento duerma, que me acaba alcanzando el dia.