Tenía para escribir un momento. Me senté frente a la computadora y esperé el impulso vital. Era como si estuviera al borde de un abismo esperando un empujón para empezar a volar, en este caso, a escribir... No sentí nada, fue extraño. Todo lo que fluía no fue más que la séptima Sinfonía de Mahler zumbando a través de la radio toda mi existencia, mí momento; mí tiempo que se escurría entre el resto de todos los instantes de los dedos de mi vida... Cerré los ojos y lloré en total silencio, pensé que jamás volvería a escribir, que mi vida estaba seca como las dunas del mundo, que nada tenía sentido si mis huellas desaparecerían con la escoba del tiempo universal. Muchas cosas mas pensé y en todas ellas la luz de la esperanza no dejaba de sacudirme…
De pronto, sucedió un milagro. Un pequeño ruido capturó toda mi oscura atención. Abrí los ojos, y vi frente a mí a un pajarillo negro como la noche tratando de atravesar el vidrio de mi única ventana. Me dio pena verle así, esforzándose tanto por realizar su existencia, esperanzado en que podría escapar de aquel cristalino destino. Pensaba que para él sería como estar en el infierno, teniendo todo cielo frente a él y no poder vivirlo, abrigarlo… Supe que debía hacer algo. Me paré y abrí totalmente mi ventana, y el pajarillo, al fin, pudo sumergirse en su paraíso, en su cielo... Le vi alejarse sin siquiera indemnizarme. "¿Pero cómo podría?", pensé. Sonreí ante aquel pensamiento y sentí que mi angustia viajaba junto a aquella avecilla. Me sentí relajado, contento y libre...
Satisfecho, me eché en un sillón y cerré los ojos un momento. Y cuando los abrí, estaba frente a mi computadora… Me asombré, y noté que mis dedos estaban coqueteando con sus teclas, esperando, seguramente, una historia, un sentimiento que exprimir... Sonreí y tracé el cuento que floreció del bosque oscuro de mi universo interior...
Marzo del 2005.