Otra vez, con mi rutina y un rocío de emoción.
La realidad me mostró aquello que en mis sueños parecía inalcanzable. Así, tan cerquita tuyo, el desconcierto no me dejó reaccionar. Al menos por horas pude ver el diseño terminado de mi rompecabezas favorito, del cual no tenía un modelo para seguir, del que nadie me contó alguna vez cómo se armaba, porque las piezas se fueron fabricando solas, tan lentamente, con una magia tan especial y llena de encanto que logró arrebatarme la impaciencia y el calendario para tolerar la agonía de no tenerte conmigo y poder disfrutar cada encuentro.
No sé con qué palabras expresar la sensación que algo me oprime cuando vuelvo a pensar.....y prefiero creer que cada opresión es un poquito de vos que me robé para poder irme...y puedas interpretar un día cualquiera, si percibes que algo te falta, que ese algo está conmigo.
Tus palabras, tus gestos, tus risas fueron oxígeno con sabor a dulce que me regalaste y respiré. Me alcanzó tu ternura, los disfraces cayeron al piso, fuiste el artista de alegrías dibujadas, de esas que se graban en el alma, esas que no devuelve una fotografía, sino una mirada, esas que se escuchan sólo cuando el silencio gira a nuestro alrededor, esas que cantan sin sonido y cada nota en su melodía es el acorde perfecto que les da forma.
Decidí que en mi próximo puzzle, pintaré pieza por pieza el rostro de esa felicidad, como una aventura desafiando al tiempo, al reloj, a las noches y a los días, sin descanso hasta encontrarla, junto al anhelo que en ese preciso instante seamos dos, y ya no necesite imaginarme paisajes, ni figuras, ni rostros para mis rompecabezas, donde mi única preocupación sea cuidarlos mucho...para que no se desarmen.