Ayer volví a sentirlo. Hacía mucho tiempo que no experimentaba esa sensación. El calor que invadía todas mis entrañas y que me pedía a gritos salir. Pero como siempre conseguí retenerlo y dejé que se callara.
Estaba sentada en el sofá, leía un libro y no prestaba atención a lo que sucedía a mi alrededor. Hasta que apareció mi hermano. Acababa de cenar y se tumbó en el sofá grande. Cogió el mando a deistancia y se puso a hacer zapping. No le hice demasiado caso. No me interesaba lo que hacía. Pero llegó un momento en el cual dejé de leer el libro. El puñetero no dejaba de tocar el mandito de los cojones. Le dije que por favor se estuviera quieto. Y lo hizo. Dejó de tocar la tele y lo sintonizó en una cadena que emitía anuncios. Yo volví a mi lectura y aquí paz y después gloria.
Pero terminaron los anuncios y empezó un programa sobre tomas falsas bastante horrible. Yo sabía que odiaba ese programa pero para mi sorpresa no lo cambió. Y me volví a distraer del argumento del libro. No hay cosa que me reviente más. Le dije por favor que quitara eso. Me desconcentraba. Me dijo que me callara y que siguiera leyendo. Odio que me den órdenes. Subió a tope el volumen y me regaló una sonrisa falsa y perversa. En ese momento lo sentí. El impulso. Era como una corriente eléctrica que me recorría todo el cuerpo. Quería gritarle y cagarme en sus muertos. No lo hice porque mis padres estaban delante y me aguanté. Gran error.
Me hablaba dentro de mí. Podía oirle decir "vamos, levántate y dale su merecido. Sólo lo hace para fastidiar y a tí nadie te toca las narices". Podía imaginar la imagen en mi mente. Me abalanzaba sobre él y empezaba a golpearle, arañarle, morderle. Y para rematar le arrancaba los ojos para que no volviera a ver la tele nunca más. Era una sensación tan agradable y placentera...
Pero no lo hice. Le miré fijamente a los ojos y de mi boca salieron los insultos más horribles que el hombre halla inventado jamás. Como era de esperar mis padres me echaron la bronca. "¿De dónde has aprerndido esos insultos? De esta casa no." Malditos hipócritas de mierda.
Y mi hermano se levantó y salió de la habitación con su sonrisa triunfal. Consiguió lo que quería.
Lo habría matado. Estoy segura. Pero la vocecita se calló a tiempo y no ocurrió nada.
Tal vez en la próxima ocasión, esté comiendo en la mesa y agarre un cuchillo antes de que el impulso se desvanezca...
esta bien contado, compañera, ojalá muchos jefes de estado desahogaran sus instintos criminales con su imaginación y no los llevaran a la práctica. sigue escribiendo, que eso relaja y destensa. saludos.