La tarde se hacia larga, el calor apretaba y el aire acondicionado del autobus no enfriaba lo suficiente como para sentirse a gusto.
El paisaje me regalaba infinidad de colores.
Verde intenso de las plantas y rojo arcilla del suelo en todos sus tonos.
Paraguay, pais subtropical.
Antes de salir de viaje estuvo lloviendo, esas lluvias en las que el paraguas es un mero adorno y te mojas hasta las rodillas.
A pesar del calor(cosa que me gusta poco), es hermoso.
La vegetacion no pide permiso para crecer y muchas plantas que cuidamos en nuestra casa, alli se ven en los jardines con alturas impensables.
Que puedo decir de la gente?, encantadora.
El motivo del relato es otro.
Al pasar por un pueblo, paro el bus frente a un local.
Me sorprendio ver cuatro televisores y tres niños frente a cada uno de ellos, sentaditos en unas sillas.
Al final, un mostrador.
Detras, un hombre regordete leia algo.
Era una tienda (no se como llamarla), donde iban a ver la tele, supongo que pagando por horas.
Si es cierto que el ingenio se agudiza, al faltar algo tan corriente para nosotros como un televisor, tambien es cierto que se puede tener una infancia feliz sin tantas cosas materiales.
Me imagine esos niños con sus moneditas, pagando un tiempo para ver algun programa. Juntando entre los tres ese dinero. La complicidad, la inocencia.
Me produjo mucha ternura.
Es un regalo de la vida.
Poder volver por un momento a tu infancia.
Ver que todo, no es consumismo.
Es tan real lo que relatas, que veo las plantas crecer y a los niños mirando la tele. Estupendo.