Infortunio
Mientras tomaba un café junto a mis amigos, de repente sentí que tenía frío y me torné hacia la puerta para observar que alguien acababa de pasar a través de ella. Se disponía a entrar lo más bello que había visto nunca, era realmente preciosa, llamé a mi amigo para que la observara también, quedamos prendidos de su belleza. Mientras mi amigo y yo especulábamos sobre su procedencia, ella se sentaba junto a un grupo de chicos y chicas, pero nosotros seguimos observándola, empezamos a divagar, nos inventamos un nombre que conviene acorde a su persona, la llamamos Alicia, en honor de la canción de Bunbury, ya que la comparábamos con una chica de cuentos, una chica misteriosa, “expulsada del país de las maravillas”. Todo era perfecto, sus ojos, tenía la mirada más dulce que jamás había visto, su respingona nariz, su dulce sonrisa, sus carnosos labios, su sensual cuerpo hacían estremecerme, tanta belleza me abrumaba, era inevitable no observar cada uno de sus movimientos.
Cuando me fui su recuerdo quedó en mi memoria, y a la noche, en el pub, volví a tropezar con ella, fue algo mágico, divino, seguí observándola sin parar... hasta que pasado un tiempo, me armé de valor y decidí acercarme a ella.
Paso firme y decidido llegué hasta ella, y le pregunté como se llamaba, ella contestó que Alicia, embriagado por su dulce voz, quedé sorprendido al oír su nombre, ella preguntó porque sonreía y al acabar de contarle la historia, me dijo que cuantas miradas me tenía que echar para que me acercara a ella. Algo tenso, hice un gesto de indiferencia, al tiempo que nuestras miradas se unían en un único pensamiento y ella dirigía sus labios a los míos fundiéndonos en un beso eterno.
Después de pasar toda la noche bailando, sentir que era la persona más feliz del mundo junto a ella, “porque no hay nada más bonito que amar alguien y ser correspondido”... decidí acompañarla, pero, con tal infortunio que a la salida y cuando nos encaminábamos hacia su casa, nos pararon dos hombres, en ese momento no supe que hacer, así que la coloqué detrás de mí, y me enfrenté a ellos, pero uno se me escapó y le clavó una puñalada en el estómago... Entonces fue cuando caí al suelo y mientras la sostenía agonizando entre mis brazos, lloré desconsolado al ver que se escapaba la vida de Alicia, la fugaz niña de mi vida, tan pronto como había entrado, desgraciadamente también así había salido...