La impotencia de un hombre de querer ser niño nuevamente… es algo que muchas veces me viene sobre todo cuando las cosas en el mundo no son agradables. En verdad uno es un niño que no termina de aprender. Esto de hombre es tan especial. Puede que uno se sienta hombre por su cuerpo, experiencia, entendimiento, pero eso es relativo pues el concepto de hombre es complejo y podría decir que un hombre es como definir a dios, algo que no se puede expresar, como esa sed saciada por el agua entrando por su boca, algo así.
Uno es una constante, una constante caída de errores, aciertos, dudas… sin embargo hay una certeza y esa es de que somos algo mas de lo que hemos experimentado. La cosa mas hermosa, eso es lo que somos… Una mezcla entre la belleza y lo perecible, inasible para ojos impuros, si es que los hay.
Me recuerda las veces en que uno no va a la playa porque teme el sonido de las olas, el gentío que se esparce por sus arenas, el sol que no termina de brillar, y ese miedo escondido como rata que tan solo sale cuando se siente atraída por algo que es mas fuerte que él.
¿Qué más podría decir?
No soy santo, y aunque siempre los quise, nunca tuve vocación… Más bien soy un artista, un escritor que no termina de expresarse a lo largo de su vida. Mis letras no tienen nombre, son de mí, de nadie más. Podría cantar durante todo el día, o pintar pero eso no me llena, no me hace feliz porque la paz es un sentimiento interior, de adentro. Podría decir tantas cosas como que me siento muy extraño, pero eso no es verdad, hay algo más dentro de mí que no tiene palabras para escribirse. Soy un hombre que camina en este planeta llamado tierra por cierto tiempo y me agrada saber que no soy el único, pero sé que todos caminamos paralelos, paralelos rumbo hacia un sentimiento, una paz, una felicidad… Esas son las palabras del corazón, ¿las mías?
Un río que no llego a escuchar
riega las piedras con ojos cerrados
mientras las ranas y peces
se pasean libres por un rato
y mi alma no deja de bregarse
entre un sentimiento
parecido a la nube que se convierte en lluvia
cuando el sol empieza a brillar
Dos personas laborando
en un rincón
por unos centavos…
Me dan algo de pena
pero ellos no dejan de reír…
puede que seas locos,
puede que sean ángeles,
no lo sé.
La rutina del día
es como la huella
que dejan mis zapatos
sobre la vereda
que me lleva a mi chamba
El sombrero del viejo sin cabello
que esconde sus ideas
mas no el silencio
de la gente que le quiere ver
sin aquel sombrero
Estas son mis letras sin destino, más bien con un solo destino que es el mío. Mi hogar, ese espacio entre el silencio y el sonido de este mundo que no se apaga hasta que las sombras y el eco del silencio empiezan a lacerar la luz de todos los días.
¿Intentas comprenderme?
Soy uno de tantos y qué, y como la canción que no termino de entenderla… me agrada recordarla, pero no mucho rato. Es mejor cerrar las puertas del mundo y oír la eternidad, es mejor, sí señor, te lo juro. Hay un aliento que dicen y siento que no puedo entenderla que hace milagros, tan solo uno, es decir un milagro, y ese milagro es el de que puedo ser feliz si le escucho como si fuera lo único que hay que escuchar. Si señor.
Ha gente tan linda en la tierra, y tan fea pero todos cuando sonríen son como los hijos de la belleza que se ilustra en sus ojos, sus miradas y sus amplias y desordenas sonrisas… Es mejor que deje de escribir este extraño texto que no termina de parar, quizá porque no tenía nada que decir, pero siempre hay algo que decir… Los autos de colores amarillo, blanco, negro, perla… y de cada tamaño y sonido de motor que uno se pone un centésimo de segundo y no puede entrar en su cielo, en ese cielo que no tiene color ni nubes, ni lluvia ni sol ni eso que dicen que es muy grande y sin final… hablo de eso que no tiene letras aún. Pero, ¿por qué no ponerle nombre? Escribir algo sin sentido que brota del sentimiento mas perdido de mí. Pueda que entre ese perro que ladra a partir de la media noche y no se cansa o para cuando llega su amo, que en verdad jamás de los jamases no he llegado a conocer.
Ya termina otro día y se viene otra noche en que estaré sentado frente a mi ordenador y no imagino lo que voy a escribir, no lo imagino, puede que sea algo hermoso, no lo sé, no lo sé. Puede que mi vena de escritor se halla ahogado, no lo sé, pero que importa si en el fondo nunca me ha importado escribir para agradar a nadie, a nadie excepto a mí mismo. Soy de eso que encierra un universo lleno de estrella y en cada una de ellas se halla cada uno de los latidos de mi alma, o del alma del creador. Miraré este momento y cerraré las puertas de mi alma y brindaré una copa de la paz para este mundo que se está cerrando como si fuera la puerta de un castillo sin paredes ni veredas… pues todo es como piedra, como una roca esculpida por el creador de la vida y de la muerte, si señor.