Caminaba por las frías calle del centro de la ciudad cuando dos misteriosas personas se acercaban hacia mi. Presentí que algo malo me iba a pasar y no me equivoqué.
Cuando estuvieron frente a mi, uno de ellos se tiró sobre mi cuerpo, aplastándome como a un gusano; noté que el otro miraba con sádica atención, como esperando el momento de su acción.
Después de recibir tantos golpes y ver que la gente que pasaba por mi alrededor no hacía nada sentí que estaba en el purgatorio. Cerré los ojos y traté de pararme cuando sentí un patadón en la boca de mi estómago que me quitó el aliento.
Es terrible sentir que tu cuerpo es como un niño indefenso cuando es golpeado de esa manera. Mi conciencia estaba atenta y sentí como los dos personajes me arrancaban todo lo que tenía en mi bolsillo, ante la nula mirada de la gente... Sentí que ellos miraba algo que no podía creer ni aceptar mientras todo sucedía.
Cuando se fueron un viejo anciano se acercó hacia mi y me pregunto: “¿Te duele?”; asentí. Luego, un grupo de personas me cargaron, llamaron un carro y le dijeron al chofer que me llevara al hospital mas cercano.
Lentamente comencé a volver totalmente a tomar mis sentidos. Me levante y vi que mi brazo estaba partido; mi cara estaba sangrando y mis ropa estaba hecha jirones. “Un momento chofer” - le dije – “Llévame a esta dirección, por favor”. Le dicté el domicilio de mi casa y nos encaminamos hacia allá.
Me bajé del coche con gran dificultad y cuando comencé a caminar vi que el chofer había desaparecido por las calles del barrio. Llegué a la puerta de mi casa y salió mi madre que cuando me vio se asustó y comenzó a llorar, preguntándome lo que me había ocurrido. Le expliqué e inmediatamente me llevó al Hospital del barrio.
No bien entraba en hospital cuando dos camillas pasaban como aviones por mi lado. Mamá quiso protestar porque estaban atendiendo a estas dos personas. “Disculpe señora pero estos dos está muriéndose”, escuché que le dijeron a mamá.
Yo podía aún caminar con dificultad. Me acerqué hacia los dos heridos y vi con gran sorpresa que era los dos personajes que me habían robado y golpeado brutalmente. No supe que hacer, pero dentro de mí sentí pena por ellos dos... De pronto, uno de ellos que estaba con el cuerpo quebrado producto de haber sido atropellado por un camión abrió los ojos y me reconoció... “Perdón, muchacho”, me dijo. Me acerqué, le tomé la mano, sentí que no podía y le dije: “Te perdono, pero no lo vuelvas hacer”... El muchacho sonrió y aun sonriendo dejó de respirar...
Miré al otro que con los dos ojos abiertos como un toro, trataba de alzar sus manos como si quisiera tocarme... Me acerqué y cuando lo toqué, murió con los ojos abiertos...
No supe porque me eché a llorar, y caí desmayado. Cuando abrí los ojos, una linda enfermera estaba curándome... “Estoy en el cielo”, me dije y volví a dormir.