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Categoría: Ciencia Ficción

Jaque mate, homo sapiens (1 de 2)

¿Toda especie que deja de evolucionar está destinada a la extinción? ¿El ser humano ha dejado de evolucionar? ¿Estamos condenados a extinguirnos? Mientras miraba a los peones intenté encontrar respuestas a estas eternas interrogantes, pero sólo me topé con más preguntas. Para no llenarme de preguntas, prefiero recordar una de las extrañas experiencias que le ocurren a menudo a una gran ajedrecista de mi barrio, la joven Josefina.

 

Faltaban pocas semanas para que comenzara un torneo de ajedrez en el barrio de Villa Urquiza y Josefina estaba en busca de libros. Como siempre, ella quería una ayuda extra además de la que obtenía por parte de su profesor.

A Josefina le encantaba ir a las librerías, el olor a textos nuevos y usados acariciaba sus crespos cabellos castaños y llenaba sus pulmones de aires de lugares adonde se llega mediante todos los medios de transportes inventados por el hombre, así como de aires de países maravillosos a los que se llega en transportes que no se han inventado aún. En un solo día Josefina era capaz de descender hasta el centro de la tierra, para luego elevarse hasta el pequeño asteroide B-612.

Nuestra pecosa heroína volvía un día caminando del colegio cuando vio junto a una vieja puerta, tan alta como angosta, un cartel que decía:

“Librería. Textos nuevos y usados”.

Frenó su ligero paso, no podía creerle a sus anteojos.

–- ¿Una librería que no conozco?, ¿justo en medio de mi barrio? -– se dijo a si misma mientras se acomodaba su vincha ridícula. Luego subió rápidamente las escaleras de mármol mientras su corazón se aceleraba con cada escalón. Una vez arriba comenzó a recorrer la librería del único modo en que sabía hacerlo: de principio a fin, estante por estante.

Era un lugar mágico, perfecto para olvidarse de las personas desagradables de su escuela, no había sitio allí para la insoportable y ruidosa Julieta ni mucho menos para la estúpida Clara, que se cree tan linda. En los repletos estantes únicamente podía leerse los nombres de sus amigos, de todos y cada uno de ellos.

Buscó primero en la sección de juegos, pero nada había allí sobre la ciencia más recreativa. Luego recorrió con la vista los estantes de ciencias, pero allí tampoco encontró volumen alguno sobre el juego más científico. Pensó en llevar otros libros, las posibilidades de compra eran prácticamente ilimitadas, pero ese día estaba en busca de textos de ajedrez y no podía andar viajando en submarinos ni en naves espaciales, sus pies debían permanecer en la tierra de aquí a que el torneo terminara.

De repente una sombra se apoyó en su hombro, Josefina se dio vuelta y ante ella encontró un hombre mayor, muy alto y desgarbado, algo encorvado.

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