El hombre salió de su casa decidido a poner fin a todos esos problemas que le agobiaban, su hija enamorada de un hombre casado, una esposa casquivana y complaciente con los vicios de sus hijos, un empleo mal pagado y opresor, si esto era la vida ésta no tenía sentido y eso le había llevado a tomar la peor de las determinaciones..
De camino al parque de los Saltos del Cachamay, donde las poderosas aguas del río Caroní hacían de las delicias de grandes y chicos, pensaba en la mejor manera de llevar a cabo su cometido, debía irse a la parte más alta del parque, era un sitio solitario donde la corriente de agua era muy fuerte, de esa manera los imponentes rápidos arrastrarían su cuerpo lo más lejos posible sin dar oportunidad a ser encontrado, ya en el estacionamiento del parque un grupo de jóvenes alegres se acercaron a el y bendiciéndolo en el nombre de Dios le dijeron - Cristo le ama Señor – entregandole unos pequeños volantes religiosos, el grupo siguió su camino dejandole en sus propios pensamientos; Cristo, pensó en este nombre mientras se dirigía al rápido del venado, sitio donde los siervos solían abrevar cuando el parque aun era reserva animal, - si existes por favor toca mi rostro – se dijo mientras jadeaba cerro arriba acariciando su oscuro objetivo en su corazón y pensando que Dios era una idea más del hombre en su búsqueda de una razón para la vida, de repente un millón de mariposas de alas amarillas que se degradaban hasta un blanco purísimo le cubrieron la cara ocasionándole una sorpresa sin igual, sonrió y siguió caminando, ya en el lugar determinado por él para su macabra obra se sentó al pie de un frondoso árbol y pensó
– Señor, tengo hambre – recordando las oraciones de su ya desaparecida madre quien había tratado de llevarle por el camino de la espiritualidad, repentinamente un puñado de frutos de jobo maduros y muy aromáticos cayeron a su alrededor tapizando el fresco pasto de un bello amarillo Sol, a estas alturas el hombre lloraba, y atinó a decir – come conmigo Señor Jesús – y sin terminar de hablar, un hermoso servatillo se acercó a comer los jobos, el hombre tomó uno de los frutos y con un gesto de sumisión lo ofreció al servatillo, el pequeño animal se acercó decididamente y después de lamer su mano tomó el jobo alejándose de inmediato con graciosos brinquitos para perderse en la espesura; lloró el hombre amargamente mientras su mirada se perdía en las tortuosas aguas del río Caroní, el parque olía a hierba fresca y tierra mojada, los pajarillos elevaban una sinfonía de adoración al Creador y el sol brillaba con gran intensidad, una oración sincera brotó de aquel corazón contrito:
Perdoname Dios mío por lo que he pensado, he de vivir Señor, con las pruebas que esta vida me ha impuesto, hasta que un día como hoy y según tu voluntad me vuelva a encontrar contigo para ya no volver a este mundo de lágrimas jamás.
Hoy Jeguel vive entregado a Dios y a su trabajo, con una familia transformada como por milagro, y una fe inquebrantable en aquel que vive y ha de venir...
Nota: Cualquier parecido con la vida real es pura y mera coincidencia, mi fe en Dios le ha dado nombre y forma a esta historia.
Son aquellos cuya conducta repercute en nuestros pesares, quienes necesitan de nosotros. Por nuestra fé y nuestro empeño de luchar por ellos, Dios nos compensará en la medida de nuestra entrega.