Jesucristo lee del rollo de Isaias.
(Historias bíblicas. 99)
El registro de los primeros años de la vida de Jesús es breve. Nació en Belén de Judea, la ciudad natal del rey David, y se llevó a Nazaret de Galilea después que su familia volvió de Egipto, todo ello en cumplimiento de la profecía divina. Jose, el padre adoptivo de Jesús, era carpintero y, al parecer, de escasos recursos. De modo que Jesucristo, que había nacido en un establo, pasó su niñez en unas circunstancias bastante humildes. Por otra parte, Nazaret no tenía relevancia histórica, aunque estaba cerca del área de rutas comerciales principales, y es posible que muchos judios la menospreciaran.
Pero mucho tiempo después hay un gran revuelo en Nazaret. Hace poco más de un año, Jesucristo era un carpintero de esta ciudad. Pero se fue para que Juan lo bautizara y ahora todo el mundo habla de las obras poderosas que está haciendo, Así que los habitantes de este lugar están deseando ver algunos de sus milagros.
La expectación aumenta cuando Jesús va a la sinagoga, según su costumbre. En estos lugares se ora y se lee en voz alta los escritos de Moises todos los sábados. También se leen pasajes de los libros de los profetas. Cuando Jesus se levanta para leer, seguro que reconoce a muchos de los presentes, pues asistió por años a esta misma sinagoga. A continuación, el rollo del profeta de Isaias, y el busca el pasaje que habla de Aquel al que Jehová ha ungido con su espíritu. Hoy este pasaje se encuentra en los versículos 1 y 2 del capítulo 61 del libro de Isaias.
Jesus lee las palabras que indican que este ungido predicho anunciara que los cautivos serían liberados, que los ciegos recuperarian la vista y que llegaría el año acepto de Jehová. Al concluir, Jesucristo le da el rollo al ayudante de la sinagoga y se sienta. Todos lo miran con atención. Entonces, después de hablar probablemente durante un rato, hace una importante declaración: “Hoy se cumple este pasaje de las escrituras que acaban de oír.
Todos se quedan asombrados por “las palabras tan hermosas” que salen de su boca y se dicen unos a otros: “Este es hijo de Jose, no es cierto?”. Sin embargo, Jesucristo se da cuenta de que quieren verlo realizar milagros como los que ha hecho en otros lugares. Por eso, añade: “Sin duda me aplicaran este dicho: ‘médico cúrate a ti mismo’. Y dirán: ‘Haz también en tu tierra las cosas que oímos que hicistes en Capernaum’”. Según parece, los habitantes de Nazaret piensan que las curaciones debió realizarlas primero, para beneficio de su propia gente, y que, al no hacerlo, los ha tratado con desprecio.
Sabiendo como piensan, Jesucristo menciona algunos sucesos que forman parte de la historia de Israel. Primero les dice que, aunque en Israel habían muchas viudas en los días de Elias, este no fue enviado a ninguna de ellas. Más bien, fue a Sarepta, un pueblo cercano a Sidón, a la casa de una viuda que no era israelita. Allí realizó un milagro que salvó la vida de esta mujer y su hijo [1 Reyes 17:8 al 16]. Jesucristo también les explica que en los tiempos de Eliseo habían muchos enfermos de lepra en Israel, pero el profeta sólo curó a un hombre de Siria llamado Naaman [2 Reyes 5:1, 8 al 14]
Cómo reaccionaron los que están en la sinagoga al escuchar lo que dice Jesucristo?. Se ponen furiosos, quizás porque sienten que Jesucristo le ha contado esos hechos históricos para revelar su egoísmo y su falta de fe. Así que se levantan, sacan rápido a Jesús de la ciudad y lo llevan a lo alto de la montaña sobre la que está Nazaret para lanzarlo desde allí. Sin embargo, Jesús logra escaparse y baja a Capernaum, en la costa noroeste del mar de Galilea.
Aunque Jesús leyó un pasaje del profeta Isaias que le aplicaba a él, los que estaban en la sinagoga, no pusieron fe en él ni lo aceptaron como el ungido o escogido por Dios para llevar a cabo su voluntad sobre la tierra y predicar su Reino Celestial, por eso es que tratan de matarlo, pero él se les escapa y se va de allí.
Nosotros hoy tenemos el conocimiento de la Palabra de Dios y sabemos que Jesucristo es nuestro guía y ejemplo, nuestro Rey y Salvador, para hablar y actuar de acuerdo con la voluntad de Dios y llegar a tener siempre su bendición divina.
El relato de esta historia bíblica puedes leerlo en tu propia Biblia en el evangelio de Juan, capítulo 4, desde el versículo 16 hasta el 31.