Juanita era una pequeña niña de siete años, que vivía feliz rodeada del cariño de su mamá y su papá. Como residía en la ciudad tenía mucho que no veía a su abuela Tita, ya que hace tiempo que no visitaba el campo. Hasta que por fin un día su madre le comunicó que pronto iría de vacaciones donde su abuela.

Llegado el día del viaje, en el auto, la niña se sentía alegre de mirar todos los paisajes que desfilaban por la carretera. Cuando llegó al pueblecito saludó a todos los vecinos y dio un abrazo fuerte y un beso a su abuelita.

Después de compartir todo el día con la abuela los padres de Juanita regresaron a la ciudad dejando a la niña a los cuidados tiernos de Tita.

Al día siguiente Juanita saltó de su cama y fue corriendo a la habitación de su abuelita, quien en esos momentos se encontraba en la cocina preparando el café. La pequeña niña observó la pipa en la mesita de noche y vio en la cama una enorme maleta, la abrió y comenzó a ver todo el contenido de la misma.

Allí encontró los objetos más apreciados de su abuela: un mechón de pelo de su madre, el primer diente mudado por ella, una foto de la primera comunión, un yaquecito rosado. También encontró un cofrecito de madera con bordecito dorado y al lado del cofrecito una llavecita amarrada a un cordón. Juanita tomó la llave y comenzó a abrirlo, pero en ese momento llegó su abuelita quien le dijo:
--¿Qué estás haciendo Juanita?

Juanita colocó de nuevo el cofrecito en su lugar y le preguntó a su abuela:
--Abuela, ¿Qué hay dentro del cofre?
--Un tesoro.
--Y ¿de quién es?
--Una vez perteneció a una niña muy bonita. Ahora está esperando que la chica más hermosa del mundo venga a buscarlo.
--¿Y cuál es la niña más bonita del mundo?
--Búscala y la encontrarás.

Juanita se bañó, se vistió, se desayunó rápidamente y salió en busca de la niña más hermosa del mundo.

Caminando por la calle se encontró con una pequeña, con largo pelo laceo de color negro que cubría toda su espalda.
--¡Esa debe ser la niña más bella del mundo!

Se acercó a ella y pidió que la acompañara hasta donde su abuela quien le dijo:
--No Juanita. Esa no es la niña más linda del mundo, sigue buscándola.

Al otro día Juanita visitó el pueblecito más cercano y vio a una pequeña con grandes ojos azules.
--¡Esta debe ser!

La tomó de la mano y se la llevó a su abuela.
--No Juanita. Ésta no es.

Juanita se trasladó a los cafetales y observó a una niña con la piel blanca, delicada, con ojos verdes y pelo dorado como el sol.
--Ya si la encontré!

La llevó donde su abuela quien le dijo:
--Esa no es la niña más hermosa del mundo.

Ya Juanita estaba cansada de su búsqueda, se sentía decepcionada de no poder ayudar a su abuela encontrar la niña que sería dueña del cofrecito de borde dorado con el tesoro. Caminaba y caminaba cabizbaja hasta que llegó a la orilla del río y observó en el fondo del mismo a una niña con ojos bonitos que reflejaban ingenuidad, con hermosos brazos que siempre daban cariño, con un rostro dulce lleno de bondad. Esa niña tenía su rostro. Fue corriendo donde su abuela y le dijo:

--Abuelita, abuelita. Ya si encontré a la niña más bonita del mundo. Esa niña soy yo y aquí estoy para recibir mi tesoro.
--Sí, mi reina linda. Tú eres la niña más hermosa que el mundo haya tenido.

Y diciendo esto le entregó el cofre con la llavecita, el cual Juanita abrió rápidamente y allí encontró: Alegría, Fe, Perseverancia, Optimismo, Velentía, Responsabilidad, Amabilidad, y muchos dotes más que son los tesoros que siempre poseen las personas bellas en el mundo.