Medrano acaba de extinguir un cigarrillo más, para luego pensar que debería dejar de fumar. siempre se dice eso, pero el sabe que se hace trampa y que difícilmente podrá dejar de llenar sus pulmones de humo. "Que más da", piensa Medrano. "A quién coño le importa mi vida", medita sileciosamente mientras se desviste de aquel traje azul y chaleco gastado por el tiempo. Luego de un breve aseo personal, Medrano cumple una rutina que lo llena de esperanza: revisar los mensajes del contestador automático del teléfono para comprobar, una vez más, que Kitzia no lo ha lamado. Medrano maldice al mundo y a la compañía de teléfonos que le recuerda abonar la última cuota o de lo contrario le suspenderan el uso servicio telefónico.

Kitzia y Medrano, fuerón novios cuando estudiaban juntos en la universidad. La suya era una relación de riñas y reconciliaciones constantes. Medrano a pesar de poseer buenas maneras, perdía el control con suma facilidad ante la ausente mirada de Kitzia, que parecía no entender más de lo que podría saber en realidad.

Pese a todo, Medrano no puede evitar sentir cariño por Kitzia y una vez por mes, como hoy, recordarla en un bar cíngaro cerca de su departamento, ubicado en el tercer piso de una quieta ciudad.

Medrano podría ir a la busqueda del amor de su vida, pero teme que sea expulsado como la última vez. Kitzia y él discutian acaloradamente, él no puedo evitar gritar improperios sin razón y ante la mirada atónita y muda de la madre de Kitzia, Medrano, con la vergüenza a cuestas no tuvo otra salida que huir de aquel lugar, Medrano no imaginó que aquel día sería la última vez que vería a Kitzia, la mujer que amo y odio en un instante.

Medrano escribe para un diario local, es redactor de una columna política, empleo que le ha generado más enemigos que halagos y su amor imposible es decoradora de interiores. Medrano lo sabe porque osbservo un aviso clasificado en el periódico donde el labora. En ocasiones, cuando Medrano ha bebido más de lo normal, se atreve a llamar por teléfono a Kitzia, marca el número que sabe de memoria, espera unos segundos y cuando finalmente ella contesta, él cuelga y se siente bien de que al menos Kitzia siga viviendo en aquel hogar.

Una tarde fría y gris cambió el rumbo de esta historia, lleno de alcohol, cuando regresaba de un bar y mientras revisaba los mensajes del contestador automático; Medrano halló uno que lo dejó en un estado indescriptible, desde la desolación hasta el llanto. Sentimientos que se agigantarón y se fueron convirtiendo en furia y depresión. La voz del mensaje era de la madre de Kitzia y decía lo siguiente: "Querido Medrano, es doloroso copartir contigo esta triste noticia. Kitzia nos pidio a manera de favor llamarte y a su memoria lo hacemos. Ella falleció esta mañana de una incurable enfermedad. Todos estamos muy dolidos, esperamos tu presencia en el velatorio que se realiza en casa, hasta entonces, besos y abrazos".

Medrano está hecho trizas, vivió todo este tiempo por ella, le dolio cuantas veces esperar su llamada y ahora ella se va así, un día de pronto. No le parece justo. Abre las ventanas de su departamento, mira esa ciudad que ahora odia con recelo, sale hacía el balcón y grita: "Mundo de mierda". Aún desesperado y desquiciado, cogé y lanza el teléfono por los aires, y mientras ve caer el el aparato, en un estado indefinido o tal vez por el simple hecho de no poder amar más en silencio, él también se arroja por la ventana, terminando para siempre con la agonía de su vida y poniendo fin a la tortura de perder algo que jamás pudo recuperar: Kitzia.