Ella buscaba la caricia de la brisa matinal alzando la cabeza, estirando el cuello... le gustaba el roce del viento en su cara.
Él, apostado en un peñasco entre intrincados acantilados aguardaba la despedida del sol, que entre tonos naranjas y más tarde rojos huía tras el horizonte del mar cantábrico... a él legustaba ese juego constante de colores en el cielo.
Ella susurraba por lo bajo aquella canción tan bella de Pablo Milanés:
"...yo volveré a pisar las calles nuevamente..."-decía -
aquella que suena tan bonita, y a ella le erizaba el bello de su cuerpo y le hacía ver el mundo empañado tras sus ojos ayudados por la brisa...
Él recordaba aquel cuadro de figuras impávidas que pretendían salir de la oscuridad: el "Gernika" de Picasso...
El frío atardecer le ayudaba a sentir aquel escalofrío en su cuerpo.
En dos extremos del planeta una misma sensación hizo temblar a dos seres humanos que no se conocían, pero que ninguno de los dos comprendía porqué aquella canción y aquel cuadro tuvieron que ser reflejo de la historia...