Había dicho que no deseaba moverse de su cuarto y quedarse sentado en su sillón. Sabíamos que era un tío raro, pero al ver sus ojos brillantes como si fueran linternas, temimos que estuviera totalmente loco.
Por curiosidad le miraba por el hueco que hice en la pared vecina de su cuarto. Ya habían pasado dos días y no se le escuchaba ni se le veía moverse. Por las noches le colocamos una vela y observé por el hueco en la pared que no cerraba los ojos. Al tercer día vi que su cuerpo deseaba moverse, seguro que era para mear o cagar, no lo supe, pero lo cierto es que no se movió. Al día siguiente entramos todos a su cuarto y aún estaba sentando en su sillón. Parecía una isla rodeada por un charco de orín y un olor mierda. Lo increíble de todo era que no se movía. “Está loco”, pensamos.
Afuera de su cuarto reflexionábamos acerca de lo que debíamos hacer, o avisábamos a sus padres, o llamábamos a un doctor. Vivíamos en una pensión de estudiantes en un alejado pueblo, lejos de la ciudad. No había facilidades básicas, como baños personales, salas de reunión, no había nada, todo eran cuartos y cuartos para estudiantes.
Después de pensar mucho, decidí entrar solo a su cuarto. Me senté frente a él y le miré a los ojos. El cogió mis ojos con tal fuerza que tuve que agachar la cabeza, no pude sostener su intensa mirada. De pronto, vi que una de sus manos se paraba, vibrando como cuerda templada… Parecía tener propia autonomía. La mano se elevó como una cobra hasta quedar frente a su rostro. Observé la cara de mi amigo y vi que en su frente chorreaba gotas de terror. Me quise levantar y huir, pero ella giró y, como si me hipnotizara, percibí que decía: “No te vayas”.
La mano giró nuevamente ante la cara de mi amigo y vi que con gran fineza le acariciaba todo su cuerpo. Volví a mirarle los ojos y noté que estaba aterrado, más que yo. Luego, comenzó a estirar todos sus dedos, y ellos, empezaron a inflamarse como si fueran penes erectos. De pronto, vi que todas ellas empezaron a deshincharse, como si hubieran tenido una eyaculación, quedándose flácidas como trozos de carne muerta que se alargaban y alargaban como cera derretida… Ante aquel cuadro, me paré y salí corriendo avisar a mis amigos.
Después de reunirnos y conversar, volvimos al cuarto de nuestro amigo, y cuando entramos, vimos sobre el sillón una especie de goma derretida, esparcida por todo su cuarto y con la forma de una mano gigante…
Diciembre de 2004.