Salía a las calles en búsqueda de un empleo, de un trabajo que no encontraba. Se hallaba agobiado. Retuvo su rutinaria marcha y sintió que los fríos hilos de la sumisión se estiraban y estiraban hasta romperse como una pita vieja; soltándole y haciéndole sentir todo el peso de la libertad sobre sus pies.

Un impulso lo hizo observar un terreno, induciéndole a acercarse. Era un parque abandonado, con sus bancas viejas y sucias, con el olor a eses y con los bichos que pululaban por todo su entorno. Cogió el periódico que tuvo bajo el brazo y empezó a limpiar una de las bancas. Se sentó, cogió del saco su viejo y pequeño libro que llevara desde niño, y cuando se dispuso a releerlo no pudo concentrarse. Lo cerró y lo guardo. Miró hacia el cielo y vio las grises nubes ocultándole el sol. Miró hacia el bosque y vio un terral de hierba mala con sus árboles secos, dándole un aspecto fantasmal al lugar como si fueran las garras de monstruos enterrados.

Se paró y caminó sin rumbo por el interior del bosque, guiado por el mismo impulso interior. Después de un tiempo de larga caminata encontró en el centro de aquel boscaje un pequeño y destartalado teatro, rodeado de grises piedras y arbustos. Se detuvo en el sendero que lo guiaba hacia el viejo local y dudó en adentrarse. Sintió que un paso que diera no tendría marcha atrás…

De pronto, la puerta del pequeño teatro se abrió suavemente produciendo un chirrido. El hombre sintió el impulso y dio un paso, y luego otro, y otro hasta llegar al umbral del coso.

Entró e inmediatamente las luces se encendieron, mostrando un salón de paredes blancas, con una serie de sillas desmoronadas y, en el centro, con una vieja filmadora que apuntaba a una ajada pantalla pegada a una de las paredes. Se acercó al aparato y encontró en su mesa de soporte una hoja escrita que decía:

“Sala del presente. Si desea conocer su pasado o futuro gire el brazo del aparato. Girar en sentido horario y conocerá su futuro. Girar en sentido anti-horario y recordará su pasado. Antes de empezar, dejar una ofrenda muy querida en el cajón de la mesa de soporte. Gracias”

Soltó el papel como si quemara. Pensó que deliraba o que el bosque estaba embrujado… Dudo en usar la filmadora pero aquel impulso interior le habló: “Es real”. Sintiéndose apoyado y acompañado. Buscó su pequeño libro que guardaba desde niño, y lo dejó en el cajoncito.

Tomó la manija de la vieja filmadora y todas las luces del salón se apagaron, mientras que la filmadora se encendía iluminando la pantalla. Giró la manija en sentido horario y, sobre la pantalla, su vida empezó a transcurrir en el mañana…

Se vio encontrando un trabajo en una editorial, llegando al puesto de administrador. Se vio conociendo a una bella muchacha que luego fue su esposa. Vio sus triunfos y sus fracasos, a sus hijos nacer y crecer, a su esposa agonizar con gran dolor en el cuarto de un hospital, a sus hijos abandonarle como seres insensibles y egoístas... Luego, se vio solo y acabado, encerrado en un cuarto de su casa, sentado día a día frente a un televisor como esperando que algo lo arrancase de su estúpida existencia… De pronto, vio su cuerpo apagarse como una vela, doblándose hasta caer al piso sin nadie a su lado. Fue escena tan triste y sombría que sintió su respiración haciéndosele más y más pesada, y entendió que ello era lo más valioso que guardaba en su vida… Sus ojos comenzaron a nublarse como si estuviera entrando en una nebulosa hasta que todo fue negro como si estuviera navegando en un espacio, en un universo en armonía…

De pronto aquel impulso interior lo sacó de la belleza que observaba, induciéndole a girar la manija en sentido inverso, hacia su pasado. Retrocedió y retrocedió, y se vio joven, fuerte y lleno de ilusiones... Se sintió contento mientras las escenas transcurrían en la vieja pantalla, dejando escapar lágrimas de alegría pues vio que su vida fue buena… Se vio un niño, un bebé, un feto dentro del útero materno; luego nada, oscuridad, silencio como un impulso en el universo. Continuó retrocediendo y vio el rostro de un hombre barbudo de ojos brillantes. Estaba desnudo y corría de un lugar a otro como si fuera un animal buscando alimento en medio de una selva. De pronto, vio sangre que chorreaba por todo el cuerpo de aquel hombre. Y vio el hocico de un oso gigantesco, desgarrando el cuerpo en retazos ante los gestos terribles de dolor de aquel hombre… Se sintió mal y giró la manija del proyector hacia el sentido horario, y no se detuvo hasta encontrar una escena en donde fue muy feliz…

Era niño, y en medio de muchos chicos más, miraba a una elegante señora sacando un boleto de un ánfora. “Sí – se dijo – el sorteo”. Sintió su nombre salir de los labios de aquella mujer, la dicha al ver repetirse aquel momento, en aquella fiesta de niños en donde ganara un sorteo y en donde recibía aquel pequeño libro que le acompañara y ayudara para siempre... Se sintió tan contento que, soltó la manija del proyector y cerró los ojos al saber que fue el momento más feliz en su vida… De pronto, las luces del cuarto se encendieron, y su luz fue tan intensa que cuando abrió los ojos no pudo soportar su potencia, cayendo al piso sin conciencia…

Cuando despertó, se vio echado en un frondoso bosque lleno de árboles con flores y hojas de colores variados. Vio al sol disparando sus rayos que atravesaban las hojas de los árboles hasta reflejarse en sus ojos. Escuchó a las avecillas piando, saltando de una rama a otra como ángeles pequeños... Y sintió una perfumada brisa que soplaba sus cabellos tiernos… Se sintió contento. Se paró, y corrió hacia su casa. Quería mostrarle a su madre el nuevo y pequeño libro que ganara en el sorteo…




Lima, 11/10/04