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LA LLAVE

Miró de frente a sus dos hijas y les dijo:
- Salgan a jugar pero si algo está mal, regresan inmediatamente. Kiri - cogió la mano de su menor hija y le entregó una cadena que colgaba una llave - Tú, cuélgate la llave para que abras la puerta de la casa. Las dos regresen juntas, ¡Ok!
Las dos niñas de seis y siete años respondieron a su madre que si, Kiri colgó la cadena con la llave en su pecho y luego salió corriendo con su hermana a jugar con sus amiguitos.

"El tiempo es como una botella llena de agua, no se ve que está llena ni vacía pero cuando la coges: pesa. Los ojos son engañosos, la conciencia no, duda, pregunta, y ella misma puede escuchar respuestas pero si no le entiende, si no aparecen imágenes en nuestra mente de tal manera que podamos así asociarlas con las palabras; no habremos aceptado o realizado lo que se nos dice o expresa"
"En la Inocencia las almas vuelan libremente sin pensar sólo lo necesario. El mundo transcurre y a cada alma le imprime sus marcas, tan igual al vaquero cuando marca con su trinche de fierro al rojo vivo a todos sus becerros, manifestando que son sus pertenencias. Al igual que el animal, el alma siente el dolor de cada concepto impreso en nuestra mente, pero no todo lo entiende, pues ella sólo desea volar con libertad hacia aquel lugar en donde los ojos de la inocencia le mostraron el Paraíso, un lugar donde sólo existía Felicidad"

Las dos niñas crecieron y se hicieron madres, pero una de ellas aun recordaba a su madre y el valor que a ella le daba al responsabilizarla de las normas importantes. Tenía un hijo y estaba separada de su marido. Dedicaba su tiempo a su hijo y al arte, pintaba y daba clases de francés. Diariamente recogía a su hijo del colegio y luego de almorzar juntos lo llevaba al gimnasio; se iba al taller y por horas se dedicaba a pintar, las clases de francés eran tres veces por semana en horario nocturno.
Un día su hijo le pidió permiso para quedarse el fin de semana en la casa de campo de su mejor amigo. Antes de aceptar trató de comunicarse con su madre, una inquietud la molestaba, no pudo comunicarse, y ante la insistencia de su hijo lo dejó ir sintiéndose muy insegura ante su decisión.
Se encerró todo el fin de semana en su taller tratando de encontrarse a si misma en cada pincelada que daba sobre el lienzo. Cerró los ojos y no vio nada, oscuridad total; tiró los pinceles, la pintura y exclamó desde el fondo de su ser:
- ¡Mierda! Cuando encontraré claridad, algo dentro de mí que me impulse a expresar algún sentimiento; porqué sólo busco ciegamente algo y cuando lo encuentro por la calle lo copio, y eso es mi arte. !Soy una ciega! - Se tumbó al suelo y miró el techo, pensó en su marido: «Quizás esté con otrab, que importa, si carne quiere que su animal coma. Sólo tengo a mi hijo, si no lo tuviera que sería de mí, no tendría el Sol de cada mañana al verlo despertar y sonreír».
Se paró y comenzó a esbozar algo sobre su lienzo, dándole trazos y más trazos, prendió una cinta de música y se motivó a continuar. Pasaron las horas y fue un momento a la cocina a tomar un trago, cogió un cigarrillo y se fue a dormir.
Tuvo pesadillas, soñó que su hijo le gritaba: «¡Mami, mami, sácame de este cuarto, alcánzame la llave!»; despertó abruptamente y de inmediato llamó por teléfono a la casa del amigo de su hijo, pero nadie respondía, insistió por horas pero nada. Salió de su casa en dirección de la casa del amigo de su hijo. Cuando llegó tocó la puerta como si estuviera fuera de sí, también, nadie respondió; era la media noche, se quedó en la puerta esperando hasta el amanecer. De pronto aparecieron los padres del amigo de su hijo, se encontraron los ojos y sin decirse nada, todos, rompieron a llorar.
Sus hijos había desaparecido sin dejar huella alguna. Notificaron a la policía, llamaron a amistades pero todo fue inútil, las respuestas no llegaban. Regresó a su casa y llamó a su madre, le contó lo ocurrido y después de llorar ambas comunicaron la tragedia a toda la familia. Llamó a su marido contándole lo ocurrido y él le respondió que en una semana regresaría pues tenía una importante reunión. Kiri le tiró el teléfono no sin antes gritarle que se vaya a la mierda; su madre le pidió quedarse en su casa pero ella se negó. Pasaron dos días y recibieron noticias: su hijo y su amigo, habían sido secuestrados, les pedían una cantidad de dinero importante por su rescate; para ella esa cantidad era abismal, podría vender todo lo que tenía y aun así no alcanzaría.
No podía dormir y cuando lo hacía, sólo tenía un sueño, el mismo de siempre, el primero, en donde lo veía y escuchaba: «¡Mami, mami, sácame de este cuarto, alcánzame la llave!»; y se le repetía una y otra vez. No podía mas y tampoco gustaba hablar de su dolor a nadie; su marido la llamaba diariamente pero ella no deseaba hablar con nadie; de pronto sintió que si seguía así se volvería loca. ¡No! ; gritó. Se paró y fue a su taller en medio de la angustia y con el rostro empañado de lágrimas que brotaban del fondo de su alma, cogió sus pinceles y pintó y pintó, casi con rabia e impotencia, cada trazo era una herida propia, como quien se rasca y rasca ante una comezón que desgarra la piel. Después de horas de vomitar toda su amargura sobre el lienzo se desplomó; pasaron horas y el sonido del teléfono la despertó, pensó que quizás fueran buenas noticias, que había encontrado a su hijo, que todo no era mas que una pesadilla, que era su hijo y todo no fue mas que eso, un horrible sueño
- ¡Hijo hola! - Exclamó con emoción y delirio, sólo podía escuchar buenas noticias, pero era la voz de su madre quien preocupada por su salud la llamaba. Colgó y lloró desoladamente, caminó de regreso a su taller, pasó por el cuadro que había pintado y cuando lo vio se sorprendió. Al frente de ella estaba su hijo encerrado en un cuarto tratando de alcanzar la llave que colgaba sobre un clavo, la angustia del rostro de su hijo la conmovió; vio que el cuadro aun no estaba terminado, resoluta continuó pintando dejándose llevar por la imagen y sentimiento que tenía claramente en su interior. Pasaron horas, pintó: un paisaje, pistas, calles, una casa abandonada, números, y de pronto vio que el rostro de su hijo había cambiado, la miraba cogido de la llave; siguió pintando dejándose llevar por su intuición y su sentimiento; aquella experiencia la llenaba de ansiedad por terminar, hasta que finalizó su obra.
Pintó un valle apartado, con cerros alrededor, un mar de fondo, y en una de las casas del balneario estaba su hijo con una llave. Sólo le faltaba el nombre y su firma. Cerró los ojos y vio y sintió ponerle de nombre: “la llave”, y firmo con el nombre de su hijo: “Juan de Dios”. Se sentó y miró nuevamente el cuadro, era maravilloso; cogió un mapa de la ciudad y buscó la calle: La llave, la encontró, y por coincidencia quedaba en el distrito de San Juan de Dios; llamó a la policía y les dio la dirección en donde posiblemente se encontraban los dos chicos secuestrados.

"Esto parecerá un cuento mítico, pero es real. Somos almas y como ellas, sólo buscan la Libertad, y con sus alas viajamos a través del cielo y el infierno hacia nuestra meta final: el amor"

Tres días después Kiri y su hijo estaban jugando en casa con su madre al lado.
- Juan de Dios - le dijo su abuela - Toma esta llave y póntela en el pecho, por sí alguna vez llegas tarde, y así abras la puerta de tu casa - Kiri y su hijo sonrieron, ella sabía que la llave que abre todas las puertas era un sentimiento, tan puro, que se llama amor. Y abre además todas las puertas del corazón.
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 1727
  • Fecha: 18-03-2003
  • Categoría: Mitológicos
  • Media: 5.77
  • Votos: 98
  • Envios: 13
  • Lecturas: 3999
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 18-03-2003 00:00:00

Y mi opinión es que se trata de un buen intento, pero le faltó ser más convincente, más aún si está basado en hechos reales. Saludos.

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